jueves, 29 de octubre de 2020

Telarañas.

- Algo no va bien, Pascualita ¿Será por el coronavirus que lo trastoca todo? ¿será porque se ha quemado un gran alijo de droga y el viento ha llevado al humo de paseo por la Ciudad provocando un enorme porro? ¿será... ? ¡Yo qué sé! pero he pasado frente al escaparte de una librería y no podía tener más telarañas. Lo mismo ha ocurrido en la panadería y no he comprado el pan. - ¿Tenéis a la jornalera de vacaciones? (he preguntado, educadamente) - Me han mirado con cara asombro. 

- ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaaaa! Mira cuantas telarañas traigo. - abrió su bolso-boca y aquello daba asco. - ¿Has visto qué bonitas? - ¿Ya le ha dado al chinchón, Cotilla? - He encontrado una caja llena. Estaba en la calle. Sola. Abandonada. Y he pensado que, para que se la lleve otra, me la llevo yo. Y ya tengo para trapichear ésta noche. - Eso no se lo van a comprar... (yo tenía la piel de gallina) - ¡Claro que sí! - Ah, pues yo tengo unas cuantas repartidas por el piso ¡ahora cojo una escoba! - Se fufe como una exhalación.

Todavía no había guardado en la despensa los paquetes de magdalenas, sobaos y croasanes que coje la Cotilla del contenedor del súper, todos más duros que la pata de Perico pero para migar en el cola cao van bien aunque hayan caducado, cuando el señor Li se presentó en casa hecho una furia china. - ¿Dónde estal Cotilla, boba de Colia? - (Que rabia me da que se tome éstas confianzas) - Ni idea. - ¡Ella tenel mis telalañas! ¡Yo quelel.las! ¡Sel mías! 

- No se preocupe, le vendo las mías. - Y le señalé el techo del comedor. - ¡Mire, las hay en las cuatro esquinas! - Las rendijas de sus ojos se convirtieron en una fina línea e, imitando a un camaleón,  cambió el color amarillento de su piel por el granate. ¡Echaba humo! - ¡¡¡TU SEL GUAL.LAAAAAA!!! ¡MI QUEL.LEL TELALAÑAS MÍAS!

Lo saqué a escobazos de casa. - ¡¿Por qué no quiere las mías, jodío?! (le pregunté mientras él corría escaleras abajo) - ¡¡¡POLQUE SEL DE VELDAD!!! - Pascualita, Pepe y yo dimos buena cuenta del chinchón on the rock que saqué de la nevera. Poco después pregunté: - ¿Habéis... ¡hip!... entendido algo...? - Creo que, entonces, me dormí...

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