miércoles, 24 de marzo de 2021

Cambio de estrategia.

 El no dejarme comer tranquila se ha convertido en un deporte olímpico en mi casa. Todos quieren meter mano en mi plato ¡y a mi me da un ascooooooooo! Por esto como encerrada en mi cuarto. Pensé que así estaría libre de estorbos pero me equivoqué porque mi primer abuelito se cuela a traves de las paredes, del ojo de la cerradura, por debajo de la puerta... y lo que a mi me enfada a él le divierte.

- ¡Hace tantos años que no como... y todo es ponerse. En cuanto probé tu comida se me despertó la afición que tenía antes de irme al otro mundo y ahora espero la hora de comer como agua de mayo ¿Qué has guisado hoy, nena? - ¡Nada! He abierto un bote de albóndigas con tomate y ... - ¡Trae pacá! - ¡¡¡Abuelito!!!

Solo hay tranquilidad cuando la Cotilla come conmigo ¿Por qué? ¡Vaya usted a saber! Pero es cierto que, entonces, todo el mundo se porta bien: el árbol es un árbol normal, Pepe un llavero, Pascualita ni se asoma al borde del acuario, la cristalera del balcón ni siquiera chirría y mi primer abuelito no se presenta.

Es difícil meterse en unas mentalidades tan esdrújulas. 

La vecina está asombrada de que le insista para que se quede un rato más después de la siesta. - Tengo trapicheos pendiente, nena. - ¿Nos tomamos unas copitas de chinchón?... ¿qué me dice? - Que tengo que preparar a tu abuela para enfrentarse a la vida sin un bisnieto porque lo que haces no es normal. Creo que tienes una loca menopausia que te trastorna. 

La abuela ha venido a verme y darme un últimatum: - "¡Ya te estás buscando un hacedor de bisnietos, te guste o no! Te dije que se te pasaría el arroz ¿a qué sí?" - ¡Pero si no...! - "¡Me lo ha dicho la Cotilla!" - ¡Ya ves tú! Habló el sabio Salomón, no te fastidia.

He tomado la decisión de comer con todo el que quiera sentarse a mi mesa, salvo la Cotilla. He abierto una lata de macarrones con tomate y hemos comido todos, incluso la cristalera que, como no se puede mover del sitio, he tenido que tirarle dos o tres cucharadas a los cristales que han quedado hechos una pena, pero nos hemos reído mucho, sobretodo cuando mi primer abuelito se ha marcado un zapateado sobre la bandeja de macarrones. Le hemos aplaudido a rabiar.

 





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