martes, 23 de marzo de 2021

Mi gozo en un pozo.

 Estaba sola en casa después de un día de trabajo agotador... bueno, voy a dejarlo en "trabajo" Pero estaba sola y de repente me ha apetecido comer un danone con galletas María. Me he levantado de la silla que había puesto en el balcón donde estaba tomando el sol tan ricamente.

Mientras iba a la cocina he suplicado a Santa Rita que es la abogada de los imposibles: - Que no venga ahora la Cotilla. Que no me llamen la abuela ni Andresito. Que no se presente Bedulio con otra multa. Que nadie me pida asilo familiar... Que me dejen como estoy y pueda disfrutar de mi capricho.

Llegué a la cocina, preparé la delicatesen, volví al balcón, me senté de nuevo a disfrutar el calorcito y abrí la boca para meter en ella una cucharada colmada de ... - ¡Cuidado, que lo tiras! - Y media calle levantó la vista hasta mi.

A la rama del árbol de la calle, educadita ella, le faltó tiempo para meter la punta en el vaso y saborear lo que tan amorosamente, me había preparado.

Entré en el comedor dando un portazo. A la vidriera le faltó tiempo para recriminarme. - Si rompes un cristal lo pagas tu, egoísta. - ¡¿Egoísta?! - No salía de mi asombro cuando un dedazo se llevó medio danone a la boca... para que se le cayera al suelo de inmediato, porque el alma incorpórea de mi primer abuelito es lo que tiene, le falta consistencia. 

Tampoco pude recoger lo caído porque llegó antes Pascualita reptando como una serpiente pitón y los restos del danones y las galletas desaparecieron, como por arte de magia, en su buche. La vi relamerse, impulsarse con su poderosa cola de sardina, hacia las alturas... mi altura (que tampoco es tanta) y caer límpiamente, en mi vaso. Tras lo cual, lo poco que quedaba de mi apetecible deseo, se esfumó

Unos lagrimones como puños rodaron por mis mejillas hasta estrellarse contra el suelo, cosa que aprovechó el abuelito para lavarse las manos pringosas de danone... ¡Me siento utilizadaaaa, jodíos!

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