jueves, 11 de marzo de 2021

La Cotilla me crispa.

 La mariposa blanca hace buenas migas con mi primer abuelito, tanto que hoy ha aparecido con una túnica blanca y luminosa que casi me deja ciega. - ¿Te han hecho santo? - ¡No lo quiera Dios! - Entonces ¿a qué viene tanta blancura? - Me he vestido a juego con la mariposita. - ¿No le estarás tirando los tejos? - ¡Pero si es muy pequeñita! Que no te oiga San Pedro o los chivatos que tiene repartidos por la Eternidad, y tergiversan mi idea candorosa. - ¿Qué podría pasarte? - Ir de cabeza a las ollas de Pedro Botero por siempre jamás. - ¡Ostras!

- ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaaaaaa! ¿Qué pasa con las ollas? Si tienes que comprar alguna compramela a mi y te haré un buen precio. - ¿Me hará descuento? - No. Ya tienen buen precio. - Pensé que siendo para mi... - ¿Te estás oyendo? Cómo queremos que España vaya bien si siempre caemos en el amiguismo. - Pues a usted bien que le gusta regatear. - ¡Porque es un arte! Y con el que se nace, pero tu no has tenido esa suerte. 

Se fue derecha a su cuarto dejándome con la rabia que me subía como un volván a punto de entrar en erupción, por eso grité: - ¡¿Cuándo me pagará el alquiler que me debe?! - ¡Cuando tengas arte!

Pascualita había subido al borde del acuario cuando oyó nuestras voces. Ahora, lejos de miradas peligrosas, se dedicó a dar saltos mortales sin parar hasta que dejó el suelo anegado y el acuario sin agua de mar. - ¡Pues no hay más, lista!

La Cotilla olió negocio y asomó la jeta mientras la sirena se apresuraba a esconderse entre las algas del fondo. - ¿Qué necesitas ahora? - ¡Agua de mar! (dije sin pensar) - Sigue así, boba de Coria y tu abuela  seguirá sentada esperando al bisnieto.

No hay comentarios:

Publicar un comentario