martes, 9 de marzo de 2021

Conciencia de clase.

 Los abuelitos han llegado presumiendo de haberse vacunado ¡siete veces! contra el coronavirus. - ¿Cómo que siete? - "Y aún nos falta una. La que haga ocho porque éstas vacunas van de dos en dos." - Me estás contando un cuento chino (dije con guasa) - No, nena. Tu abuela te dice la verdad (dijo Andresito)

En lo alto de la lámpara, mi primer abuelito no nos perdía de vista. Y cuando Andresito ratificó las palabras de la abuela, su ex se puso a hacer el pavo real caminando, boca abajo, por el techo. A mi me daba la risa.

Ahuecaba la hermosa túnica azul que llevaba y movía, presumido, las plumas irisadas y largas, de pavo real que le habían salido en el culo hipotético porque, al ser un alma no tiene ni chicha ni limoná. Aplaudí al original disfraz pero, telepáticamente, me dijo que de disfraz nada de nada. - Hay que ver cómo ha cambiado tu abuela desde que es millonetis. (se quejó su antiguo marido) Estas plumas tendría que llevarlas ella. - No se lo digas que te despluma.

- ¿A qué viene poneros tantas vacunas? - "Porque somos ricos, boba de Coria" - Pero eso no es tener conciencia de clase... - "¡Cómo que no, alma de cántaro! De clase rica" 

Pascualita, que entiende hasta el suajili, hacía la señal de OK con sus deditos palmeados mientras daba golpes con la cola de sardina en el cristal del acuario para jalear, más aún, a la abuela. 

Andresito se acercó a mirar de dónde venía ese ruído. Yo corrí más que él, con la botella de chinchón en la mano y echando un buen chorreón al agua. - ¡¿Pero qué haces, nena?! - Es bueno para las algas. Crecen más. - A todo ésto, Pascualita ya se había zambullido en pos del licor al que no dejó que llegara al fondo del acuario.

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