martes, 8 de junio de 2021

El vestido de la tatarabuela.

La abuela ha venido a casa y se ha pasado media mañana rebuscando en los cajones del cantarano de su antiguo cuarto. - ¿Quiéres que te ayudeeeeee...? (pregunté) - "¿No habrás cogido el vestido de la época del Charlestón que era de mi abuela? " - Pues nooo... - "¡Pues no está!" - Lo único que se me ocurre decirte, abuela, es que la Cotilla duerme ahí. - "Siempre desconfiando de mi amiga. Tienes fijación con ella, pobrecilla." 

El día que le sale la vena amistosa no hay quien le toque a su amiga de la infancia y es mejor cambiar de conversación.

- ¡Avemariapurísimaaaaaaa! ¿qué hay hoy para comer, nena? - En su casa no lo sé, en la mía patatas hervidas. - Teniendo menús tan exquisitos no esperarás encontrar  novio ni perrito que te ladre ¿verdad? - Váya a ver a la abuela y tengamos la fiesta en paz.

Aproveché que estaban entretenidas para dar de comer a la sirena y añadirle más agua al acuario con un chorrito de chinchón para congraciarme con ella y pedirle algo. Desde lo alto de la lámpara del comedor mi primer abuelito movía la cabeza como si estuviera en desacuerdo conmigo. - ¿Por qué no quieres que Pascualita le tiré a la Cotilla un buchito de agua envenenada a los ojos? - Porque preferiría que fueran dos, así me curo en salud mientras voy intentando recordar por qué estoy aquí. - Porque te encanta mi lámpara de los chinos. - Digo en el Más Allá.

El abuelito no recordaba nada de aquel día en que dejó de existir como ciudadano. Total ¿para qué? Ya no había vuelta de hoja. - ¿No sabrás, por casualidad dónde está el vestido que busca la abuela? - Se lo entregué a Christian Dior, total, para que se apolillase en ese cajón mejor lo arregla y me póngo yo en plan sudario años veinte del siglo XX. ¿No te parece?

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