lunes, 7 de junio de 2021

Envidia

 Llevaba un rato escuchando murmullos y pensé que era la Cotilla rezando ante el altar de los Amigos de lo Ajeno para ver si, de una vez por todas, su gurú sale libre de todas las fechorìas que le imputan. Aunque me extrañó no ver la luminaria de velas que suele encender cuando está en esos menesteres. Me asomé a la salita y no había nadie.

Llamé a la abuela: - Hola, Geoooorge. dile a mi abuela que se ponga que quiero preg... - Madame decir que no estar for you. - ¡La madre que te parió, inglés! Dile que se ponga o vengo y te arreo dos guantazos que... - "Menos guantazos, boba de Coria" - ¿Por qué no despides ya a ese tiparraco? - "Porque es un genuíno mayordomo inglés y eso da mucha categoría a una casa como la mìa. ¿Me has llamado para eso? 

Le expliqué lo de los murmullos - ¿Tienes alguna idea de lo que puede ser? - "Será tu primer abuelito llorando por los rincones del Más Allá y... - ¡Gracias, abuela! ¡Eso es! 

 Pero el abuelito no estuvo a la vista hasta una hora después, cuando su figura fue apareciendo en lo alto de la lámpara del comedor. Se le veía feliz. - ¡Por fin he conseguido convencer a mis amigos modistos para que hagan cortinas exclusivas para tus ventanas. ¡Nadie podrá igualarlas. Ni siquiera la millonetis de tu abuela! 

Las ventanas y la vidriera del balcón se abrieron de par en par al grito de ¡¡¡HURRAAA!!!  Pascualita, al ver que no se mencionaba su "casita" me enseñó los dientes de tiburón presa de un ataque de envidia. Pero esto lo resolvió el abuelito en un plis, plás al chascar los dedos: maravillosas telas aparecieron moviéndose con una cadencia elegantísisma y fueron visitiendo todo cuando tocaban, acuario incluído.

Saqué la botella de chinchón y brinde por tan maravilloso regalo con los mejores modistos del pasado... solo que, como son incorpóreos allí, la única que bebia era yo y cogi una cogorza que a punto estuve del coma etílico.

Con el paso de las horas, los agraciados con las cortinas tenían la mosca detrás de la oreja porque, ni la Cotilla, ni la abuela, ni siquiera Andresito, cuando vinieron a casa, hicieron aspavientos como hubiese sido lo razonable... si hubiese podido ver las telas. Pero encontré las palabras adecuadas al momento cuando dije: ¡Os tienen ENVIDIAAAAAA! - Y la fiesta volvió a empezar.

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