jueves, 12 de agosto de 2021

Dichosa Cotilla.

 El señor Li me acosa por teléfono, en la calle, mete papelitos en el buzón y, lo que me faltaba para el duro, ha colgado una pancarta desde la parada del bus a la farola más cercana que dice: ¿Cuándo invital a mi a gambas goldas, boba de Colia?

Me siento presionada. Además, según yo, el chino no ha cumplido el encargo porque las gafitas no están graduadas.

- ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaaaa! toma, nena. La mafia china, apostada en la puerta de la finca, me ha dado este papelito a para ti. - ¿Toda la... mafia? (pregunté temerosa) - Bueno, solo había una y al verme me lo ha dado diciendo que así el mensaje te llegará antes. Por cierto, si invitas a gambas al señor Li ¡me apunto!

Llamé a la abuela: - Habla tú con él. No me hace caso. Además cómo no hagamos algo pronto con las gafitas no tendremos ninguna. Están desapareciendo... creo que la Cotilla se las lleva y trapichea con ellas... - "Que mal pensada eres"

He metido las gafitas que quedan en mi sostén. Voy incomodísima pero no creo que se atreva a meterme mano la dichosa Cotilla.

- ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaa! - ¿Otra vez por aquí? - Hoy y sin que sirva de precedente, te invito a comer. - ¡Cotilla! ¿Le ha tocado la Primitiva? - No. He ido al comedor social. Traigo macarrones. - Bueno, menos da una piedra.

Después de comer, tomar café y unos cuantos chinchones fresquitos, me entró la modorra de la que desperté dos horas después. Fue mi primer abuelito, enfundado en un sudario psicodélico con luces led encendiéndose y apagándose contínuamente, quien levantó la liebre... - Ay, nena (me dijo, risueño) no sabía que, hoy en día, las mujeres guardáis las gafas en el sostén, pillinas.

Heché mano al pecho con un mal presentimiento. ¡Y no me equivoqué! La Cotilla había descubierto mi escondite y solo dejó ¡unas gafitas! supongo que por las prisas porque le faltó tiempo para largarse a trapichear ¡Que jodía!

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