martes, 24 de agosto de 2021

La Cotilla está mala.

 A paso de carga y sudando como un surtidor, ha entrado la Cotilla en casa cuando todavía no habían puesto las calles. Me desperté, asustada y antes de levantarme a mirar quién venía de visita a esas horas brujas de la madrugada, esperé un ratito, entre la ilusión y el miedo por si era un ladrón o un romántico candidato a futuro padre del bisnieto de la abuela.

Pero cuando sonó la puerta de la habitación de la Cotilla al cerrarse, di media vuelta y continué durmiendo.

Esta mañana, mientras desayunaba con Pascualita entronizada sobre el frutero, la Cotilla dijo que se encontraba mal y se quedaría unos días en casa, sin salir. - ¿No irá a atrapichear? ¿ni a "limpiar" los cepillos de las iglesias? ¿o carteras ajenas? ¿o --- ? - He dicho NO. Y NO es NO.

Antes de volver al lecho del dolor se zampó un desayuno de pastor hambriento. - ¿Y dice que está enferma? - ¡Mucho! Que no me moleste nadie... me llamas a la hora de comer y después de la Vuelta a España, volveré a la cama. - A la orden.

Comenté con la abuela la rara enfermedad de su amiga. - Ni siquiera se ha fijado en Pascualita y eso que nos ha pillado infraganti mientras yo le daba una magdalena mojada en cola cao. - "Pues si que está grave..."

Durante todo el día han venido hombres preguntando por ella y a todos he tenido que decirles que no estaba, Y si se ponían pesados nombraba el coronavirus y era mano de santo. Huían.

A la hora de cenar le he hecho un resumen de las visitas que ha tenido y he caído en la cuenta de que no era gente recomendable: la mafia china ha mandado un montón de chinos, de uno en uno. El gremio de los carteristas ha hecho lo mismo. Bedulio ha venido unas cuantas veces y una de ellas (se lo he dicho para que estuviera contento) mi primer abuelito le ha mandado un abrazo fraternal, (¡Lo ha dicho así! Se está volviendo de un repipi desde que se junta con el artisteo finiquitado que no lo reconoce ni la abuela) 

Bedulio, tembloroso, ha contestado que bueno, que vale, pero que no se le acerque porque le da un telele.

Cuando la abuela se ha enterado de la cantidad de hombres que han llamado a casa preguntado por su amiga, se le han puesto los dientes largos de envidia. Que mujer.

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