martes, 14 de septiembre de 2021

Abuelito eléctrico.

Cuando le dije a la Cotilla que tenía que cooperar para pagar la factura de la luz se le abrió la boca y la barbilla dio contra el suelo: - ¡¿Qué?! - Lo que oye. A mi no  me llega el sueldo para tanto. - ¡Pero si la casa es tuya! - La luz la gastamos las dos... - Yo estoy de invitada. - Más bien de okupa. - Peor me lo pones. Una okupa no paga. - Usted sí. - Coge todas las velas, velitas y velones que quieras... - A pesar de eso, tiene que pagar. 

En un arrebato, dio media vuelta, entró en su cuarto y salió poco después cargada hasta las cejas de trastos, además de su abultada bolsa. 

- ¿Se va? - Naturalmente. Menudo negocio iba a hacer quedándome aquí teniendo un piso. Hale, guapa, ahí te quedas ¡Y me llevo las velas!

Llamé a la abuela para contárselo. - " A saber cómo le has dicho las cosas a la pobre." - Tal como te lo estoy contando. - "¿No se te cae la cara de vergüenza? Con lo mayor que es y teniendo que pagar esas facturas de luz..." - ¿A mi? Eso a ti y a Andresito que sois accionistas. No le cobréis.

- "¡Imposible, boba de Coria! Una cosa son las amistades y otra los negocios." - Y me colgó.

Mi primer abuelito remoloneaba dando vueltas al rededor de la lámpara del comedor pero, como me tiré dos horas soltando sapos y culebras por la boca, el pobre no dijo nada hasta que me callé.

- Yo te puedo iluminar, nena. - Sí, hombre. Ni que fueses el Patrón de los electricistas. - Tengo nimbo. ¡Mira! - De repente, una aureola sobre su cabeza que no le había visto nunca, se iluminó. - ¿Qué te parece? - Está bien pero luce poco. - Lo ilumino a voluntad. - Y así fue. ¡Menuda luminaria! 

El abuelito estaba radiante, nunca mejor dicho y ya puesto puso el nimbo en plan discoteca, con cambio de luces de colores y todo. - ¡Qué guay, abuelito! ¿Y me servirá para la lavadora? - ¡Para lo que tu quieras, nieta!

Ahora tengo la casa mejor iluminada del barrio ¡Gratis!



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