viernes, 17 de septiembre de 2021

¡Ya está aquí otra vez!

Debo confesarlo, se me fue la mano con el chinchón. ¿Fue culpa mía? Nasti de plasti. Simplemente, estaba contenta porque me había deshecho de la Cotilla. Bueno, estábamos contentas porque la sirena, a pesar de lo pequeña que es, bebió mucho más que yo y ahora tiene una  resaca como un piano. Lo sé porque yo he tomado una aspirina y ella siete ¡Siete!... ¿De qué pasta está hecha la medio sardina?

He pensado que se merece un pescado vivito y coleando... Claro que también he repensado que qué ha hecho el pez en cuestión para que se lo meriende este monstruo antidiluviano sin pasarlo antes por la sartén. Así que, siguiendo mi instinto, he preferido dejar las cosas como estaban y que cada palo que aguante su vela y a quién Dios se la de, San Pedro se la bendiga, etc. etc. ... Ojú, cómo está el patio.

De repente mi espalda se ha enderezado y un relámpago ha circulado por la espina dorsal de una servidora. Y todo porque he creído ver a la Cotilla deambulando por casa... ¿Ya ha vuelto?

Sí, ha vuelto... acompañada. He buscado a mi primer abuelito. La lámpara del comedor me ha informado que no està para reuniones familiares pero que tampoco es para tanto. - Ha estado muy enfadado contigo pero, como es tu abuelo, se le está pasando y ha ido a ponerse un sudario de alivio. - ¿Tardará mucho? - ¿Cómo quiéres que lo sepa? Solo soy una lámpara, boba de Coria.

Poco después apareció mi primer abuelito envuelto en una tela gris pálido. Se va animando. Y me confirmó que la Cotilla andaba como Pedro por su casa (que es la mía) con una persona a la que va a alquilarle su cuarto. - ¿El de su piso? - No. El del tuyo. El que era de mi ex, vaya.

Le grité a la cristalera: - ¡Abrete, jodía! (y no rechistó) Me enfrenté al árbol de la calle - ¿Y ahora, qué? (le dije y dejó caer sus ramas, avergonzado) Los invitados a la Cena comían y callaban. La lámpara del comedor permaneció apagada. Solo dos personajes siguieron a mi lado: Pepe, anunciando a su manera, que la Cotilla se acercaba: OOOOOOOOOOOOOOOO Y Pascualita, que a pesar de la torrija que llevaba encima, saltó como un resorte a la cabeza de la vecina y se la dejó monda y lironda en un periquete mientras alguien corría aterrado hacia la puerta de  la calle,

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