jueves, 2 de septiembre de 2021

El viejo televisor.

La Cotilla, más enfadada que un mono, ha entrado en casa como un elefante en una cacharrería: - ¡Te parecerá muy bonito lo que has hecho, boba de Coria, pero a mi me has puesto en la picota! Ahora voy a tener que estar encerrada en mi cuarto... -  ¡¿Ha dado positivo en covid?! ¡¡¡VADE RETRO, SATANAS!!! - Calla, loca perdida. No mientes al diablo que solo me faltaba esto. No podré salir a la calle porque los sicarios de la mafia china vuelven a rondar esta calle. - ¿No le hace ilusión? (mis ojos hicieron chiribitas, ilusionados) Lo mismo ésta noche le cantan Clavelitos. - Que cruz tengo contigo...

La Cotilla traía consigo un gran paquete con el que apenas podía. - ¿No serán velas para el altar de los Amigos de lo Ajeno? - No. Pero alguna tendré que poner para protegerme de las malas ideas. Es un televisor que había en un contenedor. - Pero... - Como no saldaré de mi cuarto me entretendré con ésta tele. - ¡Es un trasto inútil! ¡No funcionará! - Habló la eminencia de los reparadores de teles.

Efectivamente, no funcionó pero, como según la Cotilla, corría peligro si salía a la calle, el trasto se quedó en casa. - ¡Mira que bonito queda con un geranio encima! (¡que barra tiene!)

Menos mal que, gracias al árbol de la calle, me deshice de la tele. - Que dice el gremio de los gorriones que esa caja les vendría bien para usarla como incubadora de sus pollitos. - ¡Ah, vale! Por mi encantada.

Ahora la vieja tele se siente útil y los gorriones agradecidos me despiertan tooooodas las mañanas con sus trinos y cuando acaban empieza el árbol a cantar Las Mañanitas a toda potencia.

En el barrio se recogen firmas para talarlo. Yo misma he firmado... con seudónimo.

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