lunes, 6 de septiembre de 2021

Voy a hacer de faro.

 Gracias a los destellos verdes que surgen de mi cuerpo desde que me bañé en aguas contaminadas, el Ayuntamiento me ha contratado, a modo de rayo laser, para animar las NO fiestas del barrio. He dicho que sí, encantada de la vida.

Como las noticias corren más que el Tío de la Lista, la Cotilla se ha presentado en casa de buena mañana. - ¿Es verdad lo que dicen por ahí de ti? - Si se refiere a que voy a cobrar por lucir en las fiestas, es verdad de la buena. - ¡Eres una enchufada! - Nooooo, Cotilla. Soy como el faro de Alejandría que iluminará de verde ecológico, las calles de nuestro barrio. Pasaré a la Historia como la vecina más verde que te quiero verde de todos los tiempos... - Y te llamarán Madame Lechuga, boba de Coria.

Se que habla desde la envidia cochina que la corroe.

- ¿Y de dónde te colgarán para que te vea todo el mundo? - No me colgarán. Estaré sobre el árbol que da al balcón y seré el Faro de Porto Pi - ¡Eso! Y la chiquillería en cuanto te vea se te subirá a la chepa al grito de ¡Puja aquí y vorás Porto Pi! 

Pascualita, que lleva días desayunando conmigo en la cocina sin sobresaltos gracias a la ausencia de la Cotilla, ha sacado su dentadura de tiburòn a pasear en cuanto la ha visto.

No me ha quedado más remedio que meterla, disimuladamente, en mi escote. Pero la sirena estaba tan cabreada que no paraba de moverse y yo temía sus mordiscos. Mandé a la Cotilla a la salita a por la botella de chinchón y aproveché para tirar a Pascualita, en un gancho perfecto, al acuario pero... en el momento de lanzarla apareció la Cotilla en el comedor y erré el tiro.

Por la escandalera de los gorriones supe que había aterrizado en alguno de los nidos que pueblan el árbol de la calle. Tendré que rescatarla... o no.

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