martes, 7 de septiembre de 2021

El árbol de la calle.

De la calle llegaban gritos de enfado, discusiones y blasfemias y, aunque no soy curiosa, me asomé a ver qué pasaba.

Bajo mi balcón, aparte de Bedulio queriendo poner órden a tanto griterío sin lograrlo, había gente que, enfadadísima, apuntaban con un dedo acusador ¡al árbol de la calle! El pobre estaba demudado. Su boca cantarina permanecía muda. Pregunté: - ¿Qué pasa? - Antes de que él respondiera alguien gritó: - ¡Es un árbol caníbal! - ¡Jopé! (dije yo e instintivamente, entré en casa)

Por si no me bastaba con un canibal en casa, Pepe el jibarizado, resulta que ahora había dos.

La cristalera, echa un mar de lágrimas, se abrió de par en par para apoyar a su amigo.  ¡Cierra, loca! - ¡Es nuestro árbol! Se merece la presunción de inocencia ¡buaaaaaaaaaaa! 

Los convidados a la Santa Cena no me quitaban el ojo de encima. Eran miradas de desprecio. También Pascualita se solidarizó con él mostrándome la dentadura de tiburón y lanzándome buchitos de agua envenenada a los ojos que no me dieron por muy poco. 

La voz de mi primer abuelito me llegó, límpia y clara: - No me esperaba ésto de ti, nena. -

Me sentí agobiada y haciendo de tripas corazón, salí de nuevo al balcón a escuchar las acusaciones. Un niño decía: ¡se está comiendo mi bicicleta! - ¡Yo dejé un cacharro con agua para los gatos de la calle ¡y se lo zampado! - ¡No sabía dónde había dejado mi carrito de la compra y mirad dónde está, a medio comer por el tronco! - ¡Hay que talarlo! ¡Sí, sí, SIIIIIIII!

¿Talarlo? Esa palabra me devolvió la razón. Asida a la barandilla del balcón, clamé: - ¡¡¡Aquí no se tala a nadie!!! - Inmediatamente todas las cabezas se alzaron hacia mi. - ¡Es un platanero y hace lo que cualquier platanero que se precie: ¡comer para crecer y darnos su agradable sombra en verano! ?Y asi lo agradecéis? ¡No ha robado a nadie! A comido lo que más cerca tenía. La culpa es de quienes piensan que un árbol es un trozo de madera sin corazón ¡Y lo tiene! Es una hermanita de la caridad que acoge pajarillos, mariposas, gatos, las luces de Navidad, los farolillos de las fiestas, nos sirve de paragüas cuando llueve... ¡Iros a casa, desagradecidos!

Al final me aplaudieron. Pascualita dio saltos mortales en mi honor, los invitados a la Cena brindaron, alegres. Pepe se hizo oír: OOOOOOOOOOOOOO. Mi primer abuelito apareció con un sudario rojo pasión y una sonrisa que le llenaba la cara. La cristalera se abría y cerraba, alegremente y el árbol, emocionado, me cantó, a voz en grito ¡LAS MAÑANITAS... Si lo llego a saber, no digo nada.

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