lunes, 13 de septiembre de 2021

La luz.

Llamaron a la puerta y, en cuanto la abrí, la Cotilla cayó en mis brazos. - ¡Eeeh, sin empujar, jodíos! (gritó a los chinos que bajaban los escalones de cuatro en cuatro) - Me deshice de ella como pude. - El señor Li ha dado por concluída mi estancia en su tienda al decirme que ya no le debía nada. - Y la han traído hasta aquí en volandas. - Pues, si. No sé a que vienen tantas prisas.

Entró en su cuarto y salió gritando: - ¡Sabía que meterías mano a mis cosas! ¡Me has robado velas, con lo que me cuesta conseguirlas, boba de Coria!

- Cree el ladrón que todos son de su condición ¡He cogido unas velas que están en MI CASA y que no le han costado nada a usted, y las enciendo por la noche! - No me digas que has montado un altar a vete a saber quien... - Nada de eso. Las enciendo para no andar dándome trastazos contra los muebles cuando llega la noche. 

Antes que la Cotilla siguiera preguntando entró en casa la abuela, seguida de Geoooorge cargado de botes de helado y ensaimadas. - "¡Hale, vamos a merendar!" - Una vez sentadas a la mesa del comedor, el mayordomo comunicó, subiendo la voz para que toda la escalera pudiera oírlo, que el resto del helado no podía guardarse en la nevera porque estaba desenchufada. - "Pues enchúfala, hombre..." - ¡¡¡NOOOOOOOOOO!!! (grité)

Las dos amigas me interrogaron con las cejas levantadas: - ¡¿Por qué?! - La luz se ha puesto a precio de oro... ¿No lo sabíais? - No. No lo sabían. La abuela llamó a Andresito que se lo confirmó. Por su parte la Cotilla dijo que a ella no le afectaba... y a mi eso me sonó a cuerno quemado.

Entonces la abuela dijo a su marido: - "Repite lo que me has dicho, cariño" - Que nosotros no nos afecta porque soy accionista de una de esas estupendas empresas eléctricas. - La abuela, satisfecha, cortó la comunicación y ordenó:

- Geoooorge, saca el chinchón que vamos a brindar por eso. Coge una copa para ti también. Y abre el balcón para que entre el aire. - Sin que nadie se lo mandara, la cristalera le hizo caso. Temí la entrada en tromba de miles de abejas en casa... pero no. Lo que entró fue la voz potentísima del árbol de la calle cantando... ¡LAS MAÑANITAS!


 

 

 

 

 

Ahora que el precio de la luz se ha puesto a precio de oro, van y se acortan los días. Si es que aquí no se sincroniza nada. 

Esta perorata viene a cuento porque la "gente de mi casa" está revolucionada. Al anochecer no enciendo ninguna lámpara sino velas, que hay un buen remanente en el cuarto de la Cotilla. 

Tengo la nevera desenchufada

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