jueves, 16 de septiembre de 2021

¿Dónde está la Cotilla?

Al abrir la puerta de casa me envistió una peste a cuerno quemado que me tiró para atrás. Desde el rellano dudé si entrar o salir por pies. 

A una vecina que subía la escalera rezongando contra los vecinos del sexto que siempre dejan el ascensor abierto , pregunté: - ¿No huele usted raro? - ¿Me estás llamando guarra, desgraciada.? - ¡No, no, no, no...! Es que me ha parecido que sale un olorcillo de mi casa... - De tu casa no me extraña. ¿Dónde está la Cotilla? Troceada y congelada en tu nevera ¡Seguro! - Me extrañó aquella salida de tono pero no me callé: - Congelada no olería, so lista. - ¡¿O sea, que está troceada?! 

Sacó su móvil, rápida como un pistolero del Oeste, llamó y gritó: ¡¡¡POLICIA. LA COTILLA ESTA CONGELADA... ¿DÓNDE VA A SER, TARUGO?!!! (y colgó)

Entré en casa y atranqué la puerta, luego corrí a la cocina, abrí a nevera y respiré tranquila... la Cotilla no estaba allí.

- Has dudado. Malo. Tienes mala conciencia por haberla dejado sin techo bajo el que pasar la noche. (dijo, muy serio, el árbol de la calle)

La cristalera del balcón se abrió con estrépito, a mala leche, para que lo oyera bien y dijo: - Tienes contento a tu primer abuelito.

Estaba en su lugar favorito: la lámpara del comedor y dando vueltas como un poseso.- ¡Para ya! (le gritó la lámpara) Y tú, boba de Coria ¿qué has hecho con la Cotilla? - Quedé boquiabierta ante el desparpajo de una vieja, fea y barata lámpara de comedor. - ¿A qué te cambio por otra? (la amenacé)

Como un pajarraco, el ánima de mi primer abuelito se plantó ante mi envuelto en un sudario oscuro como ala de cuervo y me asusté: - ¿Qué pasa? - "Gracias" a ti, la Cotilla ha pasado la noche en el cementerio. Aquel recinto de paz y silencio ha sido asaltado por un grupo de personas mayores con carritos de la compra llenos hasta los topes de cosas que, a voz en grito, han trapicheado, encabezados por la Cotilla, hasta que ha salido el sol. - Así que estaba allí... - ¡Por tu culpa! ¡No hemos pegado ojo en toda la noche! Y, encima, he recibido los reproches de mis vecinos ¡por ser tu abuelo! 

El timbre de la puerta echaba humo pero, como sabía que era Bedulio, me senté con Pascualita, a beber chinchón on the rocks. Al fin y al cabo, éramos las únicas que nos alegrábamos de no haber tenido que aguantar, aunque fuese por una noche, a la Cotilla.

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