sábado, 4 de septiembre de 2021

El acuerdo.

 - ¡Avemaríap...! - Cuando la Cotilla entró en la cocina y me encontró hablando con el señor Li dio una media vuelta tan rápida que creó un torbellino que se llevó por delante nuestras tazas de desayuno, los dos plátanos del frutero, a Pepe el jibarizado que estaba tan tranquilo sobre el aparador. Finalmente succionó el agua del fregadero y en pleno remolino, nos la lanzó a la cara.

- ¡Puag! ¡Agua no sel limpia! - ¡Pues es de ayer noche, don Tiquismiquis!

La razón por la que el señor Li estaba en mi casa fue porque le ofrecí entrevistarnos para hablar de cómo resolver el asunto de la deuda que la Cotilla tiene con él sin que me perjudique a mi porque ya estoy hasta las narices de encontrármela por todo y metiéndose en mi vida.

Nos habíamos puesto de acuerdo antes de que ella nos descubriera. Trabajará en la tienda de los chinos como vigilante contra los posibles ladrones.

Nos estrechamos las manos y quisimos rubricar el acuerdo desayunando juntos. El detalle del agua del fregado no cambió el acuerdo. Claro que cuando se lo dije a la Cotilla puso el grito en el cielo: - ¡Por encima de mi cadáver! ¿Como voy a traicionar a los de mi gremio? ¡He dicho que no y es que no!

Como hablando se entiende la gente, le expliqué que era la única manera de saldar su deuda y que la mafia china la deje en paz de una vez. Después de rezongar un buen rato aceptó ir a trabajar para el señor Li.

Cuando estreché la mano del chino, para mi, dije: ¡Santa Rita, Santa Rita, lo que se da no se quita! - Con la ilusión de que se quede con la Cotilla para siempre. Amén


 

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