sábado, 11 de septiembre de 2021

Las abejas.

 Mientras tomaba el sol en el balcón junto a Pascualita que flotaba dentro de un barreño con agua de mar, ha venido una abeja a darme la lata, tal vez porque yo llevaba un vestido color amarillo canario y pensó que era una fábrica de polen. El caso es que no para de zumbar a mi lado.

- ¡Quita, bicho! ¡No soy una flor! - Pero ni caso. Debía ser la sorda del panal. - ¡Cómo me piques te estampo contra la pared! (cogí la zapatilla para defenderme)

Pascualita, que nunca se preocupa por mi, seguía haciendo el vago en el barreño. Pero como la abeja seguía molestándome yo me quejaba y harta de oírme, la medio sardina se incorporó, fijó su mirada en mi, enseñó la dentadura ( o sonrió, vete a saber) y siguió a lo suyo. Poco después fue Pepe el jibarizado quien dijo: - OOOOOOOOOOOOOOO - con su ojo catalejo fijo en la abeja. Y ahí le bajé los humos a la sirena. - ¿Te das cuenta, Pascualita? Pepe sí que sabe dónde mirar.

Si la crítica le molestó no me enteré porque siguió disfrutando del solecito en plan relax total. 

De repente la abeja desapareció como por arte de magia. - ¡Ay, Dios mío! se está preparando para un ataque por sorpresa y me va a rejonear. - Entré en casa. - ¡Cierra las puertas, cristalera, que viene el enemigo!

Una risotada sacudió los cimientos de la casa: - ¡Es solo una abejita! (resonó la voz del árbol de la calle) - ¡Claaaaaro, como a ti no te pican...! - Son unas preciosas joyitas de la Naturaleza... ¡Mira! ¡Ha vuelto y lleva las patitas llenas de polen ...La pobre está exhausta ¡Dale agua con azúcar. Corre! 

Un rato después volvió a revolotear, esta vez junto a la boca del árbol de la calle.

Por la tarde, cuando volví a asomarme al balcón la cristalera no quiso abrirse. - Hay mucho movimiento ahí afuera. Se están instalando. - A través de los cristales vi el enjambre y un entrar y salir de la boca del árbol de miles de abejas. - Han aposentado a su reina (la cristalera es una empedernida lectora del Hola y estaba emcionada de tener tan cerca a la realeza)

Pascualita, que seguía en el balcón, estaba encantada de la vida porque las abejas, muy cucas ellas, untaban con miel los bordes del barreño que la sirena no dejaba de lamer. 

Desde el comedor le grité al árbol: ¡Di ahora que son joyitas de la Naturaleza! jajajajajaja - Escuché algo así como: - ¡¡¡LAFFFMADREGGQUEFFHHTEJMOPARIOFFFF!!!

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