domingo, 23 de enero de 2022

Angelico.

¿Cómo podía rescatar a una sirena antidiluviana del estómago comelotodo de un gran platanero encantado consigo mismo? No tenía ni idea. 

Pregunté al abuelito pero no pudo darme ninguna pista porque estaba probándose sudarios calentitos en alguna parte del Más Allá.

Desde el balcón pregunté al árbol: - ¿Te has comido a Pascualita? - Que yo sepa, no - Hace un rato olía a pescado. - ¡Calla, no me hables! Casi devuelvo la primera papilla que caté. Tengo el estómago removido ¿Cómo puedes convivir con ese pestazo? - No me he parado a pensarlo... pero, dime: - ¿Dónde está Pascualita? - ¡Qué se yo. Que lo busque quien sea más listo! - Oh, nooooo. Deja al gallo Kiriko en paz.   

Ofendido, el árbol cerró la boca a cal y canto pero por poco tiempo. El que tardó Pascualitta en trepar desde las profundidades hasta la boca. - ¡¡¡QUE ASCOOOOOO!!! - Ahí fue cuando el árbol tuvo una arcada y la sirena salió disparada hasta mis manos.

- ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaaaa! ¿Has comprado las bombillas al señor Li? Pues te han estafado ¡No se ve ni a tres en un burro, nena! - Es que la lámpara del comedor ha tenido un bajón. - Y así había sido. La imagen de mi primer abuelito en pantuflas la persigue noche y día. Y tiene la tensión, eléctrica, por los suelos. Tanto que tengo miedo de recibir un calambrazo si me rozo con ella.

- Tira esa lámpara que es de cuando Tutankamón iba al parvulario. A ver si ésta noche, en el trapicheo, me agencio una más moderna. - Aquello fue mano de santo. En cuanto la Cotilla calló la lámpara refulgió con tanta potencia que saltaron los plomos de todo el edificio y quedamos en la más absoluta oscuridad. 

De pronto una luz rodeada de una niebla ambarina, rompió las tinieblas. - ¿Qué es eso? (me pregunté) - Y la voz de mi primer abuelito dijo: Mis nuevas pantuflas ¿A que molan?

Un ruído atronador me indicó que la lámpara acababa de estrellarse contra el suelo... No somos nadie.

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