lunes, 17 de enero de 2022

Problemas caseros.

Ha habido un pequeño problema en casa entre las bolas de polvo que han ido tomando confianza con los años y campan a sus anchas como Pedro por su casa. Hoy han salido al balcón aprovechando el solecito y que la cristalera tenía ganas de tomar el fresco después de tantos días aguantando el olor y el calor de la estufa de butano que, ahora está enfadadísima y ofendida porque considera que la ha llamado guarra.

He intentado mantenerme al margen de esos tira y afloja pero han acabado metiéndome dentro del lio. - ¡Yo no he dicho eso! (gritaba, histérica, la cristalera) Me educaron muy bien en los mejores colegios de Palma... - ¡¿ColegioSSSSSS?! (a las bolas de polvo les gusta más una pelea que una chocolatina) ¿De cuantos te echaron marisabidilla? - ¡Retractaros ahora mismo! (le salió una voz de pito tan fina que crujió el cristal) - ¡Ya sabía yo que iba a pagar los platos rotos! (grité fuera de mi)

La bombona de butano, oronda y espectacular con su traje naranja, siempre se ha quejado de que no la eligieran a ella como mascota en el Mundial de fútbol de aquel lejano 1982, en lugar de a Naranjito. Y de esa queja le ha quedado una permanente manía de quejarse por todo. Incluso de Pascualita.

La sirena se tumba en el suelo, frente a la estufa, encantada de recibir el calor del fuego. Le digo que no se acerque tanto a él porque acabará más seca que el bacalao resalao. Ayer mismo tuve que quitarla de ahí porque empezó a olor como las sardinas asadas. 

Las bolas de polvo han descubierto que si suben al cuadro de la Santa Cena y se colocan bajo las narices de los comensales, pronto empiezan todos a estornudar como descosidos. Y la fuerza del aire que despiden por la boca, las manda de aquí para allá, girando como peonzas en el aire y haciéndolas reir hasta acabar desintegradas.

Mi primer abuelito me ha amenazado con no volver por casa hasta que las bolas de polvo hayan desaparecido porque, cuando vivía, tenía alegria al polvo y lo pasaba muy mal cuando la abuela le soplaba el polvo a la cara y los ácaros montaban orgías-político-festivas en sus bronquios.

Vaya... al final tendré que estrenar la escoba que compré con los primeros euros y que la tengo como oro en paño por ser un recuerdo tan emotivo.

 

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