domingo, 2 de enero de 2022

El nuevo Pompilio

 Sigo sin encontrar la pinza de la ropa que desapareció, como por arte de mágia, en la cocina. Y el caso es que, sabiendo quien ha sido no puedo ponerme en contacto con él porque no tiene nombre, así que, después de muchas discusiones conmigo misma, he decidido desnudar a un santo para vestir a otro. 

El santo "vestido" es el carnicero al que llamé Pompilio. Ahora mismo le quito el nombre y se lo pongo al duende inglés, que le pega más. Y ya puedo decir: - ¡Pompilio ¿qué has hecho con mi pinza de la ropa?

De detrás del cuadro de la Santa Cena asomó un bicho verde, pequeño como un pececillo comepapeles y una pamela grande cuajada de pequeñas y coloridas florecillas que solo mostraban una parte del rostro del duende inglés: su larguísima barba blanca que llevaba enrollada al cuerpo para no ir pisándola y dárse de bruces. 

¡He acertado con el nombre! Pascualita, asomada al borde del acuario no perdiá detalle .Pepe lanzó un OOOOOOOOOOOOOOO de asombro al verlo. Las ramas del árbol se elevaron para contemplarlo tras los cristales de la ventana y el árbol de la calle cantó el Dios salve a la Reina. 

La cristalera del balcón se abría y cerraba porque ambas caras querían ver a Pompilio.

Entre tanta espectación nos olvidamos de que en casa vivía alguien más: la Cotilla. Muy atareada éstos días trayendo velas, velitas y velones de todas las iglesias en las que "limpia" los cepillos, preocupada ante el coste escandaloso de la factura de la luz. La escuché rezongar mientras trajinaba con las velas entre su cuarto y la salita: - ¡Luego hablan de mi gurú Bárcenas! ¡Es un atraco a mano armada! 

Exasperada le grité: - ¡A partir de ahora pagará la mitad de la factura de mi casa! - ¡Encima que te traigo velas, egoísta! - Esto llevó a una discusiòn que fue subiendo de tono.

Mientras nos desplazábamos por el comedor Pascualita nos tiraba buchitos de agua envenenada, cosa que, aunque no sabía de dónde le venía, crispó los nervios de la Cotilla que se quitò la zapatilla y como lo único discordante era la gran pamela floreada, le dio tal zapatazo que en la pared quedó una mancha multicolor. Un silencio espeso se apoderó de todos y al árbol de la calle empezó a entonar el Adiós a la vida.

Un minuto después, la pamela y su dueño se escondieron tras el Santa Cena. Todo se había resuelto con un chorrito de agua de Pascualita que al duende le sirvió para revivirlo.


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