sábado, 29 de enero de 2022

La chispa de la... jodía abuela.

 El teléfono sonó a las cinco de la mañana y en seguida pensé que mi bisabuelastra la Momia había tomado las de Villadiego largándose con mi primer abuelito al Más Allá. Nada más lejos de la realidad. Era la abuela que acababa de llegar a su casa de El Funeral y me llamó para decirme que me había mandado un regalo.

Creí que iba pasada de chinchón pero dijo que había bebido lo justo y necesario. No estaba yo a esas horas brujas de la madrugada, para meterme en discusiones. -  ¿Qué es? - Una manta p.r.e.c.i.o.o.o.o.s.a. que nos regalaron pero creo que a ti te hace más falta porque hace mucho frío y duermes sola, sin perrito que te ladre.

Y colgó sin darme tiempo a preguntar cuando llegaría el paquete. Llamé, repetidas veces a la Torre del Paseo Marítimo pero nadie descolgó el teléfono. Y digo yo ¿para qué quiéren un mayordomo que duerme como un lirón?

El caso es que llevo toooodo el santo día esperando el regalo, sin salir de casa por si viene cuando yo no esté. Todos en casa estamos a la espectativa. Sobre todo el árbol de la calle al que tengo de vigía y a Pepe el jibarizado que, para eso tiene un ojo-catalejo. Dicen que la competencia es buena pues ¡toma competencia! Se juegan la honrilla para ver quién ve primero al portador del regalo.

A las diez de la noche un cansadísimo repartidor ha dejado un paquete en casa. Resulta que, además de la manta de pura lana virgen (¡Oh!) venía también un juego de sábanas de franela, suaves como la mantequilla.

Me faltó tiempo para correr a hacer la cama. Cuando la manta y la sábana se rozaron ¡salió una chispa que, chisporroteando, saltó a mi mano y me dio calambre. - ¡Ostras! ¿esto qué he lo que hé? 

Pascualita, que en ese preciso instante, saltó a la cama sintió en sus carnes de pez otro calambrazo y una chispa pizpireta recorrió su extraño cuerpo hasta colocarse, cual faro de Alejandría, en los alto de su cabeza iluminando, durante unos segundos, los pelo-algas.

Esta vez puedo decir que he visto correr a la sirena usando la cola como pies. ¡No extraña!

Al final, el "regalo" se lo llevó la Cotilla para sus trapicheos sabiendo que, por nada del mundo, debe frotar la sábana contra la manta ¡o no lo venderá! 

Que jodía la abuela...


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