martes, 11 de enero de 2022

El árbol está feliz.

 Mientras intentaba desayunar en la cocina, rodeada de Pascualita, loca por tirarse de cabeza en su taza de cola cao, la Cotilla se tomaba su café con leche mojando unas magdalenas que ha traido, del contenedor de basura del súpermercado, más duras que su cabeza.

 - Un día se intoxicará con lo que coge de la basura. - Tu te fijas en las fechas de caducidad y eso lo ponen para quedar bien con el Gobierno de turno. Mira, toca ésta magdalena. - Puso un dedo artrítico sobre ella y empujó para demostrarme lo blandita que estaba. Y si, se hundió un poquito. - ¡Lo ves! Anda, toma y come que es gratis. - Visto así...

Aprovechando que estábamos distraídas, la sirena saltó a la bolsa de las magdalenas a las que convirtió, en un santiamén, en picadillo. - ¡Y también sirven para empanar! - gritó alborozada la Cotilla como si acabara de descubrir América.

El sonido de una batucada sonando bajo el balcón nos hizo correr hacia allí. - El ritmo de los tambores se enroscó a nuestras piernas y bailámos como marionetas. En la calle la gente hacía lo mismo. Alguien nos había embrujado. ¿El flautista de Hamelin, tal vez? - ¡Oh, dios mío! Nos llevarán al cuarto de las ratas ¡¡¡NOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO!!!

- ¡Calla, pardala! - ¿De dónde salía esa voz cavernosa? ¿de la Cotilla?... Mucha voz para tan poco cuerpo (pensé) - ¡Soy el árbol y estoy tan emocionado que, de llorar y cantar, me he quedado afónico. - ¡Menos mal! estaré un tiempo sin escuchar Clavelitos. 

Entre salto, vuelta y meneo de trasero, vi que había gente abrazando el tronco del árbol, el cual soltaba unos lagrimones tan grandes que con tres se llenaba un cubo de agua hasta arriba. 

- ¿Qué le pasa a ésta gente? - Dicen que quien tiene un árbol tiene un tesoro ... ¡snif!...  Ay, que bonitoooooo. Por cierto, boba de Coria, a los tesoros se les habla de usted. 

El ánima de mi primer abuelito revoloteó sobre el balcón. Mira que le gusta exhibirse pero es que estaba espectacular con un sudario verde, ribeteado en amarillo  que me impactó. - ¡Abuelito, vas de pererjil!  - Frenó su vuelo en seco para murmurar: - Y que "esto" sea de mi familia...

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