lunes, 10 de enero de 2022

Jauja.

He ido a la tienda de los chinos del señor Li a comprar una mini cajita para meter en ella a Pompilio y poder tener la fiesta en paz. Pero no había tan diminutas. - ¿Pol qué quelel cajita mini? - Es para una amiga... (¡que le importa para qué la quiero!) - No habel cosas tan pequeñas como tu quelel. Sel imposible. Nosotlos, los chino, si supiésemos que selvil pala algo, ya las hablíamos hecho, boba de Colia. ¿Tu bebel chinchón antes de venil a mi tienda? - ¡Por supuesto que no! (me sentí ofendida) pero, ante la mirada fría y oblícua del señor Li, acabé confesando: - Solo tres copitas de chinchón on the rock... - ¡Yo sabel! Tu il y no maleal a mi.

Un volcán en erupción que pugnaba por salir pidiendo veganza, fue subiendo desde mi estómago a la garganta. Resonaban en mis oídos las risotadas de los dependientes y dependientas, haciendo coro a su jefe: - ¡Pelotas! (les grité al irme) - Inmediatamente uno de los empleados me agarró del brazo y solícito, me llevó hasta donde había pelotas de todos los tamaños, colores y texturas. - ¡Tu milal! Aquí muchas pelotas pala tu complal.

En lugar de eso, lo que hice fue abrir el monedero verde fosfi, donde estaba Pompilio, guardadito para que no tocase nada. El diminuto genio inglés solo necesitó que le dijera: - ¡Ancha es Castilla! - para que se lanzara a la busca y captura de lo que fuera.

Poco a poco iban desapareciendo cositas ante mi vista. Pompilio había descubierto Jauja.

 Ya en casa: - ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaaaaa! ¡Mira que he encontrado en la calle! - La Cotilla sacó de su enorme y hondo bolso, aros de hula hop de todos los colores. - ¡Esta noche, en el trapicheo, me los quitarán de las manos! No hay nada mejor que mover la cintura para desprenderse de los nuevos michelines.

- ¿Seguro que estaba en la calle? ¿No seran de la tienda del señor Li? - Nooooooo. Su tienda está un poco más allá. 

Llamaron a la puerta. Antes de abrir miré por la mirilla y ¡ahí estaba la mafia china del barrio! - ¡Cotilla, vienen a por usted!

En un santiamén la vecina se escondió en el cajón secreto del cantarano de mi abuela en el que le costó entrar porque Pompilio había elegido el mismo sitio para guardar sus "tesoros"

Mi primer abuelito pudo hacerse con su maravilloso sudario de Oscar de la Renta que "perdió " el otro día. - Esto no puede seguir así, nena (se quejó su alma inmortal) - Es un duende inglés ¿qué quiéres? Le di permiso con la condición de que no deje los trastos por enmedio. 

Dicho ésto cogí el ojo-catalejo de Pepe el jibarizado para devolvérselo.

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