jueves, 10 de marzo de 2022

A la Cotilla se le ponen los pelos de punta.

 La abuela tiene un viejo reloj de cucú que heredó de sus abuelos. Cuando se casó con Andresito llevaba años sin funcionar, por eso lo dejó colgado en casa, en su cuarto. Y ahí sigue. Ahora es el hogar de las bolas de polvo. De vez en cuando alguna se asoma, creyéndose pajarito pero no dice ni pío.

Esta mañana, sin embargo, sí que ha cantado el cucú ¿El genuíno? vaya usted a saber. Murió mucho antes de nacer yo y viendo lo que hace mi primer abuelito ¿el espìritu del viejo cucú que ha vuelto del Más Allá?...

Al oìrlo todos hemos dado un respingo, menos el árbol de la calle que, aunque no lo reconoce, le sobran kilos y cambió el respingo por suspiros salidos de lo más hondo de sus raíces. 

Pascualita, asomada a la boca de la garrafa, levantó sus bracitos al verme. Pepe el jibarizado movió su ojo-catalejo hasta enfocarme  y soltar un OOOOOOOOOOOOOOOOO exigiendo que lo cogiera tambièn. Los comensales de la Santa Cena alargaron sus cuellos hasta el infinito y cuando las cabezas alcazaron la puerta de la habitación de la abuela, pudieron cotillear.

Otro tanto pasó con algunas ramas del árbol. Y la vidriera del balcón facilitó las cosas abriéndose hasta que consiguió que el reloj se reflejara en su cristal y pudiera verlo el árbol de la calle.

Las bolas de polvo fueron las únicas que se quejaron, primero por el susto que se dieron cuando el cucú cantó y después al darse cuenta de que esto pasaría cada media hora, noche y día. 

Me sentè en la cama de la abuela. Todos los ojos estaban puesto en la puertecita por donde aparecería el cucú para dar su miniconcierto. 

Mi primer abuelito llegó volando arrastrando los flecos de nuevo sudario de Coco Chanel, preciosísimo y se colocó medio metro sobre mi. ¡Cada media hora aplaudíamos a rabiar! El pajarito, emocionado, lloraba a moco tendido y se deshacía en reverencias. Jamás un cucú tuvo tanto éxito. 

- ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaa!  - La voz de la Cotilla nos pilló en pleno aplauso y no la escuché. Entró a paso de carga en su habitación. - ¿A quién aplaudes, boba de Coria? - Al reloj. - ¿Por qué? - Vuelve a funcionar ¿no lo ve? - Imposible... sigue marcando la hora en que murió tu primer... abuelito. - Y se santiguó veinte veces seguidas y a toda velocidad.

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