martes, 1 de marzo de 2022

Observando el horizonte.

Al acercarme a la garrafa de agua salada que, de momento, es la nueva "casa" de Pascualita hasta que me devuelvan el orinal decimonónico, la sirena ha sacado la dentadura de tiburón a pasear y se me han puesto los pelos de punta ¡podría haberme quedado sin dedos!

El árbol de la calle dejó oír su voz. - Deja al pobre bicho, boba de Coria, que está muy a gusto conmigo. - Solo quiero darle de comer... - Tuve que enseñar el botecito de pienso para peces a la medio sardina, para que me dejara acercarme.

Desde detrás de una cortina estuve observando como transcurría el día de Pascualita. Se pasó horas asomada a la boca de la garrafa. Desde la copa del árbol tenía una amplia zona de observación. Algunos gorriones le cantaban jotas aragonesas para entretenerla. Una gaviota, harta de comer restos de bocadillos de los patios de los colegios del barrio, aterrizó junto a la garrafa. Tenía el buche tan lleno que una ramita lo tomò por el bombo desgajado de una orquesta sinfónica y no dudó en golpearlo a ritmo de samba.

La verbena estuvo servida. El árbol de la calle dejó sentir su voz imitando a El Fari en Torito bravo. Fue todo un triunfo. Incluso uno de los vecinos que pasaba bajo mi balcón, dijo: ¡A ese le cortaba yo las dos orejas y el rabo ¡Óleeeeee!

Temiéndose lo peor el árbol cambió de tema pasando a contar el cuento de La Lechera, de Nestlé. Esto hizo que nos relamiéramos y se nos hiciera la boca agua. Y acabé yendo a por la fregona porque las babas de los de casa inundaban todos los rincones.

Cuando la cortina tras la que observaba se quejó: - ¡Que pesada eres, tía! (me dijo) - no me quedó más remedio que sentarme en el sofá de la salita y dormir una reparadora siesta.


 

No hay comentarios:

Publicar un comentario