sábado, 26 de marzo de 2022

De paseo.

He ido al cuartel de los muncipales para hablar con Bedulio en un sitio neutral. Al verme va me dice: - Así  me gusta, que vengas a pagar la multa en lugar de quejarte.

Huuuuyyyy, me supo a cuerno quemado. Y para rematar la faena, mi primer abuelito vino conmigo para lucir por la calle el nuevo sudario. -  Así me verán todos y no como aquí que solo me ves tu. - Angelico (pensé)

Por el camino se entretuvo haciendo el indio a dos palmos sobre mi cabeza. - Hacía taaaaanto tiempo que no paseaba... ¡Señora! ¿le llevo la compra? - Me hacía reir a pesar de que, a la vista de todo el mundo, yo estaba sola.

En el cuartel repetí mi verdad ¡yo no había tendido ningún calcetín ni los había dejado sin pareja! - ¿Ve lo que tengo que aguantar con ésta vecina? (se quejó a su jefe) Vive sola, el tendedero está en su balcón, los calcetines, chorreando agua, tendidos con su respectiva pinza... O sea, blanco y en botella. Es una incívica.

Entonces dije: - Hay un testigo de lo que digo... - ¿Tu primer abuelito, verdad? - Verdad. (palideció un poco) - ¿Dónde está? (preguntó el jefe) - A dos palmos de la cabeza de Bedulio. Abuelito, sopla en su oreja.

Se armó la marimorena. Bedulio corría en zig zag despavorido. Sus compañeros se partían de risa. El soplido del abuelito se convirtió en un pequeño tornado que levantó papeles de las mesas por donde pasaba. Incluso un bisoñé salió volando. Unas bolas de polvo chocaron con mis pies. - ¡Holaaaa! ¿Podemos ir a tu casa? Aquí no nos habla nadie.

Tiré de un pico del sudario y salimos camino de casa. Una persona me dijo: - ¿Qué aguantas, nena? - Un globo. - Jejejejeje se te habrá escapado. -  Que falta le hace una visita al oculista, buen hombre.

Me paré unos pasos más allá y vi al gracioso mirándo hacia mi, tapándose un ojo, luego el otro y moviendo la cabeza apesdumbrado: - ¡No veo, no veooo!

No hay comentarios:

Publicar un comentario