sábado, 5 de marzo de 2022

¡Que cosas...!

 Me llamó la abuela. - "¿Qué le has hecho a Geooooorge, boba de Coria? Si lo has secuestrado ya lo estás soltando que tiene que llevarnos a El Funeral" - ¿Para qué voy a querer secuestrar al inglés? - "¿Para que te haga a mi bisnieto, por ejemplo?" - Ni se me ha pasado por la imaginación... 

Me asomé al balcón y vi como la grúa municipal se llevaba el precioso rolls royce de los abuelitos que seguía aparcado en la parada del bus. Parapetado tras una taza de té estaba Geoooorge. - Tendrás que ir a repescar el coche. - Mi, no. Yo estar in England. 

La Cotilla salió de casa para ir a trapichear. - ¿Se lleva el orinal de la bisabuelastra? - No. El engrudo tiene que secarse. Aún queda trabajo por hacer ¡Ni se te ocurra tocarlo!

¡Claro que lo toqué! Estaba hecho unos zorros. - ¡Aaaayyyy cuando se entere la Momia se morirá del disgusto! - El inglés ni lo miró. Entonces pensé que tenía que agarrar el rébano por las hojas y llamé a la abuela. Al oírme dijo: - "¿Vas a pedirme rescate por mi mayordomo?" - Voy a decirte la verdad... 

En ese momento, mi primer abuelito, envuelto en un sudario rojo pasión, se colocó detrás de mi. - Yo te cubro las espaldas, nena, que para eso soy tu abuelo. - A pesar de éstas preciosas palabras yo temblaba como una hoja en la tormenta. - El famoso orinal se ha echo cisco contra el suelo ¡Lo ha roto Geoooooge! 

El inglés se desmayó y los comensales de la Santa Cena aplaudieron a rabiar. - ¡Bravooooo! - El árbol de la calle se quejó: - Que vuelva a hacerlo que no lo he visto. - El pobre Geooorge abrió los ojos lentamente: - ¿Dónde estar mi? - En el suelo del comedor - ¿Ser comedor de Torre of London? ¿Cortar mi cabeza con hacha? - No lo sé. Depende del veredicto de la Momia, al fin y al cabo, el orinal es suyo... 

Llamaron a la puerta: - ¡Plis, no abrir! Mi querer cabeza en hombros. - No seas quejica, hombre. - En el rellano estaban los abuelitos y la bisabuelastra. - Huy, huy, huy... Se masca la tragedia, inglés. 

Los tres personajes entraron, serios y circunspectos, plantándose ante el mayordomo que debía tener la sangre en los pies porque, de tan blanco como estaba, se mimetizó con la pared. La Momia hizo un gesto, imperioso, con la mano para que se levantara del suelo. Cosa que consiguió con mucha dificultad y entonces ocurrió algo imprevisto: - ¡La Momia  lo abrazó y plantó dos sonoros besos en su cara gritando: - ¡¡¡GRACIAS!!! Era lo último que me ataba a mi marido ¡¡¡HASTA LUEGO, LUCAAAAAS!!!

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