miércoles, 30 de marzo de 2022

Buen material.

He llamado a la abuela. - Madame no estar... - Geoooooorgito, no me calientes que acabaremos maaaal. Díle que se ponga. - Madame decir que no estar here. - Dile que vendré a su casa con el ánima de su primer marido e impartiremos justicia a diestro y siniestro... - "¡Ni se te ocurra traer a mi ex a ésta casa! ¿Qué pasa?"

Le estuve contando a la abuela lo del señor Li. - "¡Dale el termo" - ¿Por 10 euros? ¡Ni hablar! - Luego lloriqueé un poco - Necesito el dinero. No puedo ir a trabajar ni salir a la calle gracias a Pascualita. Tengo más trompa y orejas que un elefante macho africano. Además, se me caen los ojos. Esta mañana una bola de polvo se quería llevar uno para jugar a fútbol.

En lugar de ojos, tengo ojones y no caben en mis cuencas. Por eso se caen. Ay, que tragín llevo. He estado mirando, como he podido, recetas de escabeches... - "¡Alto ahí! Ni te atrevas a tocarle ni un pelo-alga de su cabeza a mi chiquitina" - ¡Te juro que la haré escabechada en cuanto me reponga!

- ¡Avemariapurísimaaaaaaa! ¡Me apunto al escabeche! (gritó la Cotilla que acababa de entrar en casa) 

Al llegar al comedor y echarme una ojeada, dijo: ¿Te has comprado esa máscara? ¡Pero si no te hace falta! jajajajajajaja Estás peor sin ella. 

Llamó la abuela: - "Nena, que dice el señor Li que quiere el termo para copiar el material del que está hecho porque ha ido viendo que lo has usado mucho a lo largo de los años y no se ha estropeado. Los de hoy en día se rompen con mirarlos" - Gracias. Ahora me reafirmo en el precio: ¡5.000 euros!

Los ojos de la Cotilla hicieron chirivitas. - ¡Me pido ser socia tuya! 

De repente, el árbol de la calle gritó mi nombre. La cristalera se cerró a cal y canto mientras el resto de personajes gritaban aterrados. Trepando por el árbol apareció un chino con las manos muuuuuy largas: - ¡Viene a robaaaar! (piaron los gorriones). Entonces Pascualita emergió del fondo de la garrafa impulsandose con la fuerza de su cola. La cristalera se abrió de golpe y un buchito de agua envenenada fue rociado en el rostro del trepador que, dolorido, perdió el equilibrio y cayó sobre sus compinches. - Bedulio, que acababa de llegar y apenas había visto algo, le preguntó - ¿Quiére usted denunciar? - A lo que el otro dijo: - Sí, quiero (y después añadió) ¿Ya puedo besarte, ladrón?

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