miércoles, 16 de marzo de 2022

Pascualita y sus recuerdos...

Todavía no puedo entrar en mi cuarto porque la electricidad estática ha montado una mascletá que me rio yo de las de Valencia. Y, para rematar la jugada, mi pelo baila jotas sin parar, a cual más bravía. Así que tengo un dolor de cabeza que no se lo deseo ni a Bedulio... bueno, a ese sí.

A Pascualita, cuando me vió el pelo-punky en movimiento, le dio un ataque de celos y no para de echarme buchitos de agua envenenada en cuanto me ve. Me paso el día evitándolos. Solo me ha impactado uno, en la oreja izquierda y ahora es como la de un elefante africano por lo que voy descompensada. 

Mi primer abuelito, viéndome tan apurada, me echó un capote: - Ponte al lado de la sirena y pásale un poco de tu electricidad. - ¡Me morderá! - Pues procura que sea en la otra oreja y matarás dos pájaros de un tiro: estará encantada con sus pelo-algas chispeantes y tu tendrás dos orejas iguales.

¡Que sabio es mi primer abuelito! 

Ahora quien se queja es el árbol de la calle porque le están cayendo encima paletadas de arena del Sahara. Y gratis. El Ayuntamiento se frota las manos pensando en el ahorro que le supone no tener que pagar por la tierra del Departamento de Parques y Jardines. Nunca llueve a gusto de todos.

Que pesado es el árbol. Estoy harta de oírlo. No puedo salir al balcón sin que me de la murga: - Yo quería tierra buena y ahora tengo arenaaaaa... ¡buaaaaaaaa! 

La que disfruta es Pascualita. Al ver la arena en el alcorque del árbol, saltó desde mi escote y se rebozó en ella. Tal vez le recuerde alguna estancia en lugares cálidos, a saber los siglos que hace, retozando en idílicas playas con el sireno de turno, cuando todavía quedaba alguno. 

El recuerdo debe ser agradable porque sus chisporroteos y calambrazos han redoblaron la intensidad...

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario