domingo, 13 de marzo de 2022

Abrazos a porrillo.

Veinticuatro horas nos tuvieron, a mi salvador y a mi, en observaciòn. A él para tratar de separarlo, en cuanto a mi se decantaron por mi cerebro. - Está bastante plano (comentó un médico) - Menos mal que su abuela nos ha dicho que ya nació así. - La de cosas raras que llega a ver uno en Urgencias...

Cuando dejaron de trastearme me quedé dormida. Entonces aprovecharon para deshacer mi abrazo de boa constrictor y soltaron al pobre chico que, según me contó la Cotilla, salió corriendo a tal velocidad que cruzó el mar, camino de Barcelona y más allá, sin apenas mojarse los pinreles.

Me ha quedado un traúma y abrazo todo lo que se me pone a tiro. Los vecinos ya están hartos y las vecinas más: - A mi marido ni tocarlo ¡Cuidaíto!

El árbol de la calle se encoje cuando me acerco a él - ¡Otra vez, nooooo! - Tengo que llenar el hueco que dejó mi salvador. - ¡La madre que lo parió! ¿Para qué extendería los brazos?

Hasta las bolas de polvo se esconden cuando me ven cerca. Pascualita está haciendo retiro espiritúal dentro del barco hundido y no le veo el pelo-alga desde el día del balconin.

Mi primer abuelito es el único que no me ha dejado aunque ha espaciado sus apariciones, además sus sudarios ya no son lo que eran. - ¿A qué viene ésto? (pregunté) - Es que pensé que vendrías al Más Allá... al no venir me he llevado una desilusión. - Óle, óle y olé ¡esto es un abuelito como Dios manda! - Después de ésta pequeña conversación ha vuelto por sus fueros y hoy ha venido rompedor. - El sudario es de Balenciaga. Hasta tiene cascabeles de plata que suenan a gloria.

 

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