jueves, 7 de abril de 2022

El colador-bañador.

¡Anda que no le saco provecho al colador-bañador! Para colar el te. Para escurrir los garbanzos. Para lavar las hojas de lechuga. Para hacerme mechas en el pelo. Para... - ¡Nena, te lo compro! - (dijo la Cotilla en cuanto vio lo útil que es) Me lo llevo ésta noche al trapicheo y me lo quitarán de las manos. Ves haciendo más y seremos socias.

- Lo siento. Es una pieza exclusiva, hecha con mucha dedicación y tiempo. No sabría ponerle precio. - Yo sí. A 10 euros la pieza. - ¡¿A una cosa original y única en el mundo entero?! Ay, Cotilla, que ofensa para quienes lo confeccionaron.

Una a la que le ha gustado el colador-bañador es Pascualita. El otro día no quería hacer los ejercicios en la bañera. Me tiraba buchitos de agua envenenada a pesar de la sardina-zanahoria con la que la engaño. Harta de oírme dijo que no con la cabeza repetidas veces después, para corroborar lo que quería decir, sacó su dentadura de tiburón a pasear.

Entonce metí el colador-bañador en el agua y al sacarlo se convirtió en una ducha a la medio sardina le encantó. 

Así que le dije que, cada dos vueltas que diera en la bañera, tendría una hermosa lluvia sobre su cabeza. ¡Y funcionó! Pero ahora se han añadido las bolas de polvo, a pesar de deshacerse. Son muy juguetonas. Algunas hojitas se escapan del árbol de la calle y acaban en la bañera. Los que no pueden meterse hacen apuestas sobre qué bola de polvo desaparecerá la última o cuál sera la primera. Vamos, que estamos entretenidos.

Todas las tardes la Cotilla pregunta: - ¿Me llevo el colador? - Y recibe un no por respuesta. Hoy se lo llevaba sin preguntar y Pompilio, que siempre está al tanto de todo, se lo quitó sin que se diera cuenta. Y es que al duende inglés también le gustan esas duchas.

 

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