lunes, 25 de abril de 2022

¡Que trajín!

Un timbrazo en la puerta de la calle cuando todavía no habían puesto las calles y en el cielo brillaban los platillos volantes, me despertó de golpe. ¿Quién podía ser a éstas horas brujas de la madrugada? No tenía manera de saberlo, a no ser que me levantara, fuera a mirar por la mirilla siempre que la luz de la escalera estuviese encendida pero ¿y si no lo estaba? ¿Para qué voy a salir de la cama donde estoy calentita y que dando media vuelta vuelvo a coger el sueño? Pues eso digo yo: para nada.

Decidí no moverme aunque tampoco quería quedarme con la curiosidad insatisfecha. De modo que opté por lo tradicional en éstos casos. Grité: - ¡¡¡¿QUIÉN ES?!!! 

Una avalancha de - ¡¡¡SILENCIOOOOO!!! - entró en casa a través de las paredes y de la rendija que dejó abierta anoche la cristalera del balcón. 

La noche, hasta ahora silenciosa, se llenó de protestas, juramentos, siseos para que me callase, golpes de escoba sobre mi habitación por parte de los vecinos... ¿A qué venía ésto? Yo no había empezado la "guerra". - ¡¡¡QUEJAROS A QUIEN HA LLAMADO AL TIMBRE, JODÍOS!!! - ¡Nadie ha tocado el timbre, boba de Coria! - ¡Pero si me ha despertado! - ¡Lo habrás soñado, alma de cántaro! - ¡Llamad a un guardia!

La voz potente del árbol de la calle hizo temblar los cristales de las casas cuando dijo: - ¡¡¡POR QUÉ NO TIENES AL PUÑETERO BISNIETO DE UNA VEZ Y NOS DEJAS DORMIR EN PAZ!!! 

Salté de la cama, pisé agua fría, resbalé y di de bruces en el suelo ¡Menuda costalada! 

Al abrir los ojos Pascualita estaba a dos dedos de mi nariz. La había pisado mientras ella venía reptando a mi cuarto. Por suerte estaba grogui y no me atacó. Fui a por el chinchón y dejé caer unas gotas en su boca ¡y resucitó!

Llamaron a la puerta. Abrí: era Bedulio con su uniforme de municipal que, al verme, me entregó un papel: una multa por escándalo nocturno ¡La madre que lo pariò!

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