martes, 12 de abril de 2022

Pompilio: un artista.

Pompilio me tiene loca. Compré calcetines de colores chillones para celebrar la llegada de la Primavera y los ha desparejado ¿Qué debo hacer ahora? ¿cortarme un pie? ¿llevar un calcetín de cada color haciendo el ridículo por la calle?

Me he pasado el día buscando al puñetero duende inglés hasta que lo he acorralado en un rincón de la cocina.  No se lo esperaba y se ha puesto histérico al verme. Chillaba como una rata, lo que hacía que yo gritara más: - ¡Te mataré! ¡te sacaré las tripas, las rellenaré de calcetines sucios y haré que te comas esa especie de butifarra!

A todo esto, la cristalera se abrió de par en par ante la insistencia del árbol de la calle que quería enterarse de lo que pasaba en casa. Así que, sin yo saberlo, mis gritos y amenazas se escucharon a lo largo y ancho del barrio. Los vecinos fueron arremolinándose en la acera. Alguien sugirió que se llamara a los municipales, otro, a la televisión. Otros pidieron un cura por si de las palabras yo pasaba a los hechos. En cambio otro fue a por una caja de cervezas y al volver, fue jaleado por el personal.

Los municipales llegaron y decidieron entrar en casa, instando a Bedulio para que fuera el primero en hacerlo: - Ya que tu conoces a ésta gente... - No le valió de nada batir records diciendo ¡NO! 

Yo estaba tan alterada que no me enteré del allanamiento de morada hasta que no tuve unos cuantos municipales mirando por la despensa o bajo la mesa de la cocina: - ¿Qué pasa? (pregunté) - Buscamos a su víctima ¿Ya lo ha mandado al otro mundo? - No porque no se deja coger ¡mire como salta! 

Pero, por más que forzaban la vista, no veían a nadie salvo a Pepe el jibarizado que estaba sobre la mesa sin perder detalle de  lo que pasaba. - ¡Que cosa más fea! - No lo insulte que podría ser familia suya (dije)

Bedulio estaba apoyado en la pared procurando pasar desapercibido. En ese momento mi primer abuelito voló sobre nuestras cabezas y yo aproveché para saludarlo, cosa que sirvió también para que la blancura de la cara de Bedulio aumentara. Estos segundos los aprovechó Pompilio para quitarle a los municipales un calcetín a cada uno sin tener que quitarse el zapato. 

Mi abuelito y yo no pudimos menos que aplaudir tanta maestría. Mientras, Bedulio corría escaleras abajo... sin un calcetín.

 

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