viernes, 1 de abril de 2022

Pollo al ast.

He comprado un pollo al ast y al abrir el paquete en casa, su olor se ha expandido y hemos babeado todos, hasta el árbol de la calle porque la cristalera estaba abierta. Lo peor no ha sido la cantidad de babas que han tomado las de Villadiego para formar una cascada desde casa al alcorque. 

- ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaaaa! ¡Esto huele mejor que el Chanel número 5! ¡Me pido medio pollo! - La Cotilla, siempre tan inoportuna. - Pensaba dejar medio para cenar ésta noche... - Puedes comer esta bolsa de magdalenas caducadas que he cogido del contenedor del súper. - Ya, pero, no es lo mismo...

Lo que la Cotilla no sabía es que un montón de ojos estaban fijos en nosotras, incluso mi primer abuelito - Ay, nena, cuanto tiempo llevo sin sentir este olorcito ¡Humm...! - ¿Quiéres un poquito? - La respuesta de la Cotilla llegó antes: - ¡He dicho medio!

De un salto prodigioso Pascualita cayó en el plato donde estaba el pollo y se metió dentro de su carcasa. Enseguida escuché el crujir de los huesos al ser triturados por su potente, a pesar de su pequeñéz, dentadura de tiburón. Afortunadamente la Cotilla estaba tan abstraída comiendo que ni se enteró.

Los comensales de la santa Cena protestaron ruidosamente: - ¡¡¡QUEREMOS POLLO!!! - La cristalera del balcón batió repetidas veces, con tal fuerza que no sé como no se rompió el cristal. El OOOOOOOOOOOOOOOOO de Pepe el jibarizado pasó de la ilusión, al ansia y luego a la decepción cuando tuve que decirle: - ¡Eres una cabeza hueca! Contentate con oler, alma de cántaro.

Las bolas de polvo nos cercaban y tuve de aventarlas con la servilleta. Casi logré extinguirlas pero son como el Ave Fénix: renacen de sus cenizas.

De repente la Cotilla gritó: - ¡Un ratón dentro del pollo! ¡Que ascoooooo!

Pascualita había oradado una pechuga y ahora intentaba  escapar por allí reptando con dificultad gracias al tripón que le complicaba el movimiento.

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