lunes, 4 de abril de 2022

¡Que frío!

El árbol de la calle canta las mañanitas con su vozarrón de tenor y en su copa empiezan a despertar los pajaritos que la habitan. Me asomo al balcón a contemplar el trajín entre las hojitas que todavía quedan adheridas a las ramas. - ¡Buenos días! Veo que tienes nuevos huéspedes (digo) - Sí. Vienen del norte. Están cansados, aterrorizados, desmoralizados, sin saber qué pasará con la familia que dejan allí. Por eso les doy refugio entre mis ramas.

Entro a desayunar y me siento tan orgullosa de mi vecino que se lo cuento a Pascualita en cuanto la siento en el frutero. - ¡Menudo detalle ha tenido!... ¿Te preguntas que por qué no hago yo lo mismo? porque no soy un árbol ¿Te parece que somos pocos en casa? ¡Somos un montón! y como se enteren los vecinos, me harán pagar doble o triple cuota de la escalera. 

Pensé haber tocado el corazoncito de la media sardina pero, como siempre, fue a lo suyo. O sea, a saltar dentro de su taza de cola cao y ponerlo todo perdido. - Podrías demostrar un poco de empatía con el árbol. - Pero ella siguió como el que oye llover.

A media mañana el frío primaveral-invernal me tenía helada y, aunque quería saludar a los nuevos vecinos, no pude hacerlo porque la cristalera dijo que nanay de abrir puertas, a pesar de la bronca y el griterío que montaba su parte de fuera. 

El frufrú de la seda natural rozando mi cara me anunció la llegada de mi primer abuelito. Estaba espectacular con un nuevo sudario plisado totalmente, imitando los trajes de los grandes faraones de Egipto. - Te falta la corona, abuelito. - Solo me da dolor de cabeza y no está el horno para coronas. Me queda mejor el sombrero cordobés  ¿A que sí? - ¡Ya lo creo!

Mientras hablábamos llegó la Cotilla. - ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaaaaaaa! Menuda trifulca tiene los pájaros del árbol. No sé como el Ayuntamiento no los ahuyenta tirando cohetes ¡son unos guarros! - ¿El Ayuntamiento? - Cada vez estás peor, boba de Coria.

Miré a través de los cristales. Habían llegado nuevos pájaros. Estaban hechos unos zorros: mojados, sucios, oscuros... - ¡Pájaros de mal agüero! (gritó la Cotilla) ¡No abrás que entrarán y a ver quién los saca después!

Al anochecer volvió la paz. Pregunté al árbol de la calle por los pájaros mojados. - ¡He podido echarlos! A éstos les das un dedo y te toman el brazo... Por cierto, mañana vendrán los de la tele a ver a los del norte. 

La voz de Pepe el jibarizado sonó fuerte, clara e irritada: ¡¡¡OOOOOOOOOOOOOOOO!!!



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