lunes, 11 de abril de 2022

La finca ha respirado hondo.

Un suspiro salido de lo más hondo de los cimientos de mi edificio produjo un movimiento sísmico de Siete, coma, nueve. Y la finca bailó la raspa mientras todos los vecinos salimos despavoridos a la calle, colocándonos en la acera de enfrente para ver como se caía sin que nos pillara.

Solo me dio tiempo de coger a Pascualita, Pepe el jibarizado y la Santa Cena... Se me olvidó la Cotilla.

Mi primer abuelito, embutido en un sudario imitando el traje de faena de un rescatista, de seda, eso sí, se vino con nosotros manteniéndose luego sobre el árbol de la calle porque (dijo) quería sentir la emoción de un derrumbe, el muy jodío.

Pero no pasó nada. Fue solamente eso: un suspiro que dió la finca al verse liberada de tanto bicho como salió de sus ranuras y sobre todo, el peso que se quitó de encima. Un montón de kilos de cucarachas.

Ahora la finca está más ligera. Como si se hubiese vestido de verano, con flores en las macetas y en los alcorques de la calle. Incluso los vecinos estamos más amables. Más educados, más respetuosos, más... Bueno, ya basta que tampoco hay que exagerar.

Estando, luego en casa, llamaron a la puerta y al abrir me di de bruces con un cura malencarado: - ¿Vive aquí la Cotilla? - Vive de okupa la puñetera (se me estaba pasando el efecto educativo) 

El cura se asomó a la barandilla de la escalera y gritó: - ¡Suba! - Subió Bedulio, sin sangre en el rostro, tembloroso de piernas y manos. - ¡Está aquí! Entre y deténgala (le apremió el cura) - Lo siento pero yo, en ésta casa, no entro... Hay cosas que... me pueden...

Se montó una zapatiesta entre ambos hombres y me fui a ver la tele a falta de algo mejor.

Hasta la salita llegó el por qué de tanto jaleo: - No se ha contentado con "limpiar" los cepillos, (gritaba el cura) esta vez ¡se los ha llevado! Cuando la he descubierto me ha gritado: ¡¡¡ES QUE NO LLEGO A FIN DE MES!!!

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