sábado, 27 de agosto de 2022

Carne picada.

- ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaaaaaaa! Nena, mira que traigo del contenedor de basura del súpermercado ¡Un paquete de carne picada! - Estará caducada... - Ya salió la tiquismiquis "estará caducada, estará caducada" Otro gallo cantaría si hubieses pasado, como yo, los años del hambre. Mira bien la carne, está rosita. Puedes hacer albóndigas y por una vez, no serán de bote.

La parrafada final me convenció. Busqué el recetario de la abuela, que guardó en su cantarano cuando salió de casa para casarse con Andresito y tener un mayordomo inglés que le cocina todos los días del año.

Esperé que la Cotilla se fuera a sus trapicheos para preparar las albóndigas porque quería que Pascualita, a la que la abuela enseñó como hacer sus recetas, me confirmara que lo hacía bien.

Coloqué a la sirena en el frutero de la cocina y preparé los ingredientes. En cuanto destapé la carne picada Pepe el jibarizado, desde su estantería, dijo, estremecido: - OOOOOOOOOO. - Y eso que no tiene nariz. Si es que lo dijo por el olorcillo a tufo que salió del paquete envasador, que vaya usted a saber, como no dice ni pío...

Cada cosa que echaba en el bol de cristal era ratificado por la sirena que levantaba  su escuchimizado dedo pulgar.

Todo fue bien hasta que quise darle un poquito de carne para agradecerle la ayuda que me estaba prestando pero no la quiso. Sacó la lengua, puso los ojos bizcos e hizo como si vomitara. Pensé que la prefería condimentada pero tuvo la misma reacción. - De modo que estás en plan Nefertiti, faraona de las narices. Pues bien que te comías la carne que te daba la abuela ¡claaaaaro, como es tu amiguitaaaa del alma! 

Me enfadé muchísimo por aquel rechazo. Ya sé que no soy Arguiñano pero no me merezco el desprecio de un bicho antidiluviano

... Hoy es el primer día que, la Cotilla y yo, lo pasamos en la habitación de un hospital...  Toda la semana anterior estuvimos en la UCI...

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