lunes, 8 de agosto de 2022

Hale.

La Cotilla sigue sin aparecer y siguen los rumores sobre su paradero. Yo, que sé de que pie cojea, creo que, con ella, han rellenado los últimos rollitos de primavera de la tienda del señor Li pero ¿para qué voy a hablarlo por ahí si nadie me escucha ni me hace caso? ¡Anda y que los zurzan!

Mi primer abuelito me ha jurado por su salvación eterna que está encerrada en el 4º piso pero ¿es un fantasma, por muy de la familia que sea, alguien de fiar? Por lo pronto me monto mi propia teoría y que salga el sol por Antequera y a ver quién tendrá la razón.

Al abuelito no le ha sentado muy bien que desconfíe de él a pesar de que le he dicho que se trata de una especie de juego y que  si todos pensamos lo mismo pues, ya me dirás tu donde está la gracia.

Para fastidiarme ha venido envuelto en un sudario de campanillas que no paran de repiquetear a todas horas. - ¡Diles que paren que no hay quién las aguante! - Huy, lo mal que les ha sentado que dijera éstooooooo! - ¿Qué clase de orejas gasta éste especimen que tienes por nieta póstuma? Tenemos voz de plata rutilante que encandila a quienes nos oyen, excepto a ella. Menos mal que la hermosa sirena de las simas abisales de los siete mares, nos comprende, admira  y disfruta de nuestro tintineo ¡Que sabia eres Pascualita!

- ¡¿Hermosa?! ¡¿Sabia?! ¡¿Pascualita?!... Aquí alguien más que yo que le da al chinchón de buena mañana. - Y más enfadada que una mona, cogí un cencerro de semental que guarda la abuela en el cantarano de su antiguo cuarto, lo hice sonar: ¡¡¡TOLÓN, TOLÓN, TOLÓN!!! - Y se acabaron las quejas.

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