martes, 30 de agosto de 2022

¿Otro negocio? nooooo.

 Le he cogido manía a la alcachofa de la ducha. Pienso que, cuando menos me lo espere, soltará tal caudal de agua que me arrastrará hasta el desagüe que me tragará en un santiamén y a ver adónde iré a parar porque no conozco nada de los subsuelos de Palma.

 La Cotilla dice que no me haga ilusiones porque no estoy hecha un fideo. - Cosas más raras se han visto... - Reflexioné un momento y fue cuando me vino a la mente algo que escuché, hace tiempo, en la radio: En las cloacas se encuentran joyas. 

Sin darme cuenta había dicho esa frase en voz alta. - ¿Estás segura, boba de Coria? - Eso escuché... - Ya podrías haberlo dicho antes. Seríamos millonarias. Yo, por lo menos.

A la Cotilla se le iluminaron las pajarillas y hasta dio saltos como una rana en celo. Me temí lo peor. - Voy a llevarme el cuadro de la Santa Cena al trapicheo. A ver si diciendo que es una escultura sacada del natural, o sea mientras los comensales de verdad cenaban hace dos mil y pico de años, le saco unos miles de euros al caprichoso que quiera tener ésta "antiguedad" en su casa y compró dos trajes de buzo para andar bajo las calles.

- ¡Ni hablar de llevarse el cuadro ahora que nos hemos hecho amigos! - ¿Ves como no te funciona la azotea? ¡Búscate un novio, anda! - Ese comentario me sublevó más si cabe y grité: - ¡Abuelito, llévate a la Cotilla o no respondo!

Ipso facto, mi primer abuelito apareció como por arte de biribirloque dando vueltas al rededor de la lámpara del comedor para que se viera bien la capa del nuevo sudario que estaba estrenando: - ¡Estás magnífico! ¿De qué vas? - De padre súper héroe que acaba de comprar los libros del cole a sus tres críos... ¿Y la Cotilla? (preguntó mientras miraba a su alrededor)

El árbol de la calle, estiró una de sus ramas para señalarla mientras la vecina corría para alcanzar la esquina y desparecer.

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