martes, 22 de noviembre de 2022

El elefante.

 Iba andando por la calle con mi tradicional despiste cuando escuchamos una voz que dijo: - Ya podrías saludar, boba de Coria, que nos hemos conocido más pobres.

Miré alrededor y no vi a nadie, ni conocido ni por conocer y proseguimos la marcha. - ¡Eh, eh! No me ignores, Blancaflor. - Y ante mi apareció un enorme elefante africano con cara de pocos amigos. - ¡Pero buenooooo... cuánto tiempo sin vernos! (grité emocionada)

Me abracé a mi antiguo amigo como si fuera una tabla de salvación y mi Tradicional Despiste acabó sonrojado. - Modérate un poco, nena que nos mira todo el mundo. - Y no es de extrañar porque lo que veían los transeúntes era a una loca abrazada al monolito de piedra que está colocado en la esquina de Luca de Tena con Aragón.

- ¡Me alegro mucho de ver que la pandemia no ha podido contigo! ¿Qué hiciste entonces? ¿pan, corte y confección, un maratón casero...? - Me hice psicólogo. - ¡Caray! siempre tuviste buen olfato para el estudio. - ¿Y tú? - Esperar al que será el padre del bisnieto de mi abuela. - ¿No hubo suerte? - Como estábamos todos encerrados en las casas... - Sí, fue una mala época, tanto para buscar las llaves en el fondo del mar como para encontrar padres de bisnietos.

- ¿Qué tal tu abuela? - Es rica. - ¡Está rica! - No hombre... es rica de narices. 

El elefante dejó de escucharme e inició un monólogo: - Siempre he estado enamorado de ella. Es la llama que alumbra los días grises como, por ejemplo, cuando un grafitero decidió pintarrajear mi cuerpo y tuve que hacerle palmas con las orejas que para eso las tengo grandes.. - ¿Estás hablando de la abuela? - No. De mis orejas. - ¿De quién estás enamorado? ¿de tus orejas?  ¿de la abuela? ¿del grafitero? 

De repente, el elefante africano salió volando, levantado por una enorme grúa que lo llevó hasta la playa para que viera lo bonito que está el mar cuando el viento se pone borde.

 Nos despedimos mi Tradicional Despiste y yo con toda la amabilidad de la que fuimos capaces: - ¡¡¡Adiós don Pepito! ¡Adiós don José!!! - Pero el elefante ya había iniciado otro de sus monólogos y no nos oyó.

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