miércoles, 9 de noviembre de 2022

Furor uterino.

Llamé a la abuela cuando, bien temprano, me desperté debido al ruido de agua que venía del comedor. Pensé que la Cotilla seguía llorando. - ¡Ya está bien, mujer! Vaya a comprar otro pececito rojo en cuanto abran la tienda de animales ¡Pues sí que le ha dado fuerte el berrinche!

Efectivamente, el suelo del comedor estaba lleno a agua... de mar. Pascualita, enroscada al submarino atómico, que yo había metido en la pila de lavar, daba saltos mortales dignos de verse. Por eso y porque la medio sardina estaba frenética, llamé a la abuela a la Torre del Paseo Marítimo. Se puso Geoooorge al aparato: - ¿Yes...? ¡snif ...? - ¿Estás llorando, inglés? ¿Se ha muerto mi bisabuelastra la Momia?

Durante un rato me tuvo en vilo dedicándose, tan solo, a hipar y sollozar. Dejé que pasara un tiempo prudencial para interrumpir. - ¿Te han echado mis abuelitos? - NO... ¡snif!... - ¿Se te ha olvidado la receta de las croquetas made in mi casa? - No... snif... - ¡Me rindo! ¿De qué va ésto? - My Queen is death...¡Buaaaaaaaaaa! - Vale, para ti la perra gorda y para tu padre por si acaso. (Me estaba empezando a enfadar y no le entendía un pimiento con tanta llantina)

La voz de la abuela me devolvió a la realidad. - ¿Qué le has hecho a Geoooorge, boba de Coria? - ¡Nada! Quería hablar contigo pero como es tan dramático y llorón casi se me olvida lo que quería decirte ¡Ven a casa enseguida! Pascualita está muy rara.

Un cuarto de hora después el rolls royce de los abuelitos aparcaba en la parada del bus en plena hora punta y nunca fue tan fuerte el concierto de pitos de los coches.

La abuela no esperó al ascensor y subió a paso de carga los dos tramos de la escalera. - "¿Qué pasa en Cádiz? . En Cádiz no lo sé pero aquí ¡míralo tú misma!

La Sirena seguía con su maratón de saltos mortales enroscada al pequeño submarino de plástico. La abuela cogió una silla, se sentó a ver el espectáculo con ojo experto durante un buen rato. De repente dio un grito, cogió a Pascualita al vuelo llenándola de besos, lágrimas y mocos mientras el bicho se revolvía furioso pero, como la abuela es su amiguita del alma, no la mordió.

Cuando la abuela pudo hablar dijo entre hipos: - ¡Mi sirenita preciosa quiere darme el bisnieto que no me das tú, pardala!

 



 

 

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