sábado, 5 de noviembre de 2022

La rata.

 Pascualita reptaba por el suelo del comedor en busca de su amor, Ataúlfo, que la veía acercarse con el corazón henchido de amor por ella. 

Dejando caer una catarata de lagrimones de emoción, el árbol de la calle puso la nota musical al inminente encuentro ofreciéndonos, a quienes podíamos escucharlo, el brindis de  la Traviata.

Las dos caras de la Cristalera se abrían y cerraban al compás de la melodía mientras yo ponía un poco de cordura en todo aquel espantajo: - ¡Acabaréis por romper un cristal, jodías! Pascualita siguia acercándose a la pecera cuando un grito desgarradodr sonó como un clarín: - ¡¡¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAAH!!! ¡¡¡UNA RATAAAAAAAAAAAAAAA!!!

La Cotilla acababa de entrar en casa y su saludo habitual quedó en suspenso al dar la voz de alarma creyendo que Pascualita era una rata. Hasta la sirena quedó paralizada del susto que se llevó. Solo yo mantuve la calma mientras me agachaba y me hacía con "la rata con cola de sardina", escondiéndola en mi sostén a pesar de lo fría y húmeda que estaba,

La Cotilla se encerró en su cuarto a cal y canto y aproveché para devolver a la Pascualita a su pecera. No quería de ninguna manera. Se resistió con uñas y dientes y acabó mordiendo mis carnecitas rosadas, por eso ahora luzco un pechamen lustroso, enorme y envidiado. Lo leo en los ojos de quienes me cruzo por la calle... ¡Soy ideal!

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