domingo, 6 de noviembre de 2022

Una tarde tranquila.

 Solo bebiendo media botella de chinchón a morro he podido aguantar el dolor del veneno que tiene la saliva de Pascualita cuando se enfada y ahora tengo una resaca de caballo percheron. La Cotilla, que sigue encerrada en su cuarto, de vez en cuando pregunta: - ¿Se ha ido la rata, boba de Coria? - No tengo ni idea. - ¡Ya te podrías haber fijado, coñe!

En realidad la "rata" Pascualita llevaba casi toda la tarde descansando en su pila de lavar. tanto reptar por los suelos le había dado agujetas, desde la punta de la cola al último pelo-alga de su rara cabeza. 

Y hablando de cabezas. A todos los personajes les ha encantado mi "corte de pelo" sufrido a manos de la sirena. Se han reído mucho los sinvergüenzas. El que lloraba de risa era mi primer abuelito: - ¡Jajajajajaja Te pareces a mi cuando, en la mili me rapaba un soldado que tenía de peluquero lo que yo de monja de clausura jajajajajaja! 

El árbol de la calle competía con el abuelito a ver quien estrellaba más lagrimones contra el suelo. A la apuesta se sumaron los de la Santa Cena que, al final fueron los ganadores. Solo tuvieron que pensar en el hambre atrasada que tenían desde que comieron caliente hace más de dos mil años y fue tal la nostalgia que inundaron el piso y el pasillo era como Venecia solo que, en lugar de góndolas, navegaban por el, sillas castellanas.

La Cotilla, de vez en cuando preguntaba: - ¿Se ha ido ya la rata, boba de Coria? - No tengo ni repajolera idea.

Y así fue pasando la tarde...

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