Tenía a Pascualita conmigo mientras mirábamos la tele en la salita y la Cotilla llegó de improviso, anunciándose a mi espalda: - ¡Avemariapurísisimaaaaaaaaaaa! - ¡Caray, Cotilla, que susto! ¿Por qué no saluda como siempre' (dije mientras escondía a la sirena en mi bolsillo entre un kleenex usado) - Es una estrategia para coger ingraganti al bicho que, de vez en cuando me muerde y desfigura.
- Mala cosa (me dije) si recuerda esto. La próxima vez que Pascualita la ataque no escatimaré "el chinchón post mordisco" aunque le de un coma etílico.
Traté de liarla. - En ésta casa, el único bicho que entra es usted. - No te pongas espléndida, boba de Coria, que tu también has sido mordida alguna vez. - ¡Menudo cuento chino! ¿No será que tengo la casa llena de marcianos y no nos habíamos enterado? - Di lo que quieras pero sabes que tengo más razón que un santo. Fíjate si estoy segura que he pedido ayuda a los Municipales. - Ya hemos pasado por eso y lo único que conseguimos fue que el pobre Bedulio enfermara de los nervios.
Pascualita se movía, inquieta, dentro del bolsillo y la estrujé un poco para que se estuviera quieta. Me levanté y fui acercándome, poco a poco, a la pila de lavar del comedor sin dejar de hablar con la Cotilla para tenerla distraída pero ella no se separó de mi lado y me resultó imposible tirar a Pascualita al agua.
La vecina dijo sobre lo ridículo que resultaba tener una pila de lavar llena de algas. - Esto no tiene ni pies ni cabeza. No te sirve para lavar y aquí en medio solo estorba. - A mi me gusta. - ¿Será verdad que hay marcianos en tu casa? porque no se puede ser más tonta, boba de Coria.
Una bola de polvo pasó rodando junto a nuestros pies, la Cotilla saltó del susto y aproveché para gritar: - ¡¡¡UN MARCIANO!!! - No, eso es una b... (no pudo seguir porque, al meter a la sirena en el agua me tiró un buchito de agua envenenada que cayó sobre la bola de polvo. Y ésta empezó a crecer, a crecer, a ¡CRECER!
La Cotilla se encerró en su cuarto gritando: - ¡¡¡YA ESTAN AQUI!!!
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