sábado, 26 de noviembre de 2022

Luces leds.

El árbol de la calle no cabe en sí de orgullo desde que unos operarios del Ayuntamiento enroscaron en sus ramas metros y metros de lucecitas leds. 

Es cierto que, al principio, puso mala cara e hizo muecas con esa bocaza que tiene. Incluso se quejó bastante... Vale: se quejó muchísimo y puso al Alcalde y regidores a bajar de un burro - Parezco un preso esposado que aguarda la llegada del verdugo (llegó a decir) Y lloró como una Magdalena al verse preso sin comerlo ni beberlo.

El resto de personajes le apoyaron y hundieron en la miseria cuando le preguntaban qué método utilizaría el verdugo: ¿cuerda, espada, guillotina, etc. etc. Fue tal el disgusto y el susto que sufrió el pobre árbol, que las lágrimas aparecían por cualquier lugar del tronco y dejaban anegado el alcorque.

¡Nadie sabe el calvario que me ha tocado vivir aguantando a éste árbol llorón y fantasioso! ¡Que cruz tengo con él!

Un sábado, cuando las tinieblas habían pintado de negro el cielo de Palma ¡el árbol se iluminó como por arte de magia!. Las lucecitas leds habían obrado el milagro de convertir la noche en día. 

En el Paseo del Born la gente aplaudía entusiasmada. Lo mismo ocurrió en mi barrio. Los árboles que dejan caer sus hojas al suelo durante todo el Otoño y se amontonan para hacer tertulias y hablar de lo divino y lo humano (como antes pero ahora con luces de Navidad) sienten un pellizquito de compasión por los tres árboles de la calle que han sido discriminados, vaya usted a saber por qué y permanecen a oscuras y sin el engorro de metros de lucecitas enroscados a sus ramas.

Los personajes acabaron pegándose a la cristalera del balcón, que pasó un buen rato muerta de risa por las cosquillas que le hacían.

Pascualita no quiso ser la excepción. Saltó de la pila de lavar a mi escote, tomándolo como palco para ver desde allí el espectáculo de la cale iluminada.

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