martes, 1 de noviembre de 2022

Fiesta de Todos los Santos

Me despertó un tarareo: - Por allí van, por allí van, todos los Santos a pasear tarirarí, rarí, rararoooooo... - Y me enfadé. - ¡Dichoso árbol de las narices! A ver si se queda afónico de una vez. 

Salté de la cama dispuesta a montarle un pollo pero al llegar al comedor me di cuenta de que el sonido no venía de la calle. - ¡¿Quién está cantando en día de fiesta?! - ¡Hola, nena! Felicítame porque hoy hacemos fiesta todos los Santos, servidor entre ellos. - ¿Y has venido a darme una serenata? (dije, refrenando el impulso de estrangularlo aunque no hubiese servido para nada en éste caso)

De la cocina salió una voz desagradable y conocida: la de Pepe el jibarizado que también se sentía Santo el hombre. Sus razones tiene: - OOOOOOOOOOOOOOOOO.

En vista de que iba a ser imposible dormir en ésta casa porque, poco a poco, los personajes se iban dando cuenta de que algunos de ellos estaban incluídos en la lista de los Santos. Por ejemplo, los comensales de la Santa Cena... bueno, todos menos el de las treinta monedas. El tío quedó frustrado. El único rico se quedaba sin poder festejar el acontecimiento. Para levantarle el ánimo le dijo: -  Eres rico y con dinero ¿qué más quiéres, Baldomero?

Pompilio salió a la palestra para recordarme que no se llama Baldomero. - Ya lo sé tiquismiquis. 

Pascualita y Ataúlfo, enamoradísimos, se miraban lánguidamente desde la distancia. - No es san Valentin, lo sientoooooo. - El coletazo de rabia que dio la sirena me dejó hecha una sopa. - ¡Jodía media sardina!

Ante mis ojos asombrados apareció un precioso y enorme ramo de flores multicolores . La beatífica sonrisa de mi primer abuelito le descubrió. - ¿Me lo has regalado tú? (le pregunté) - ¡¡¡Sí!!! (se le veía feliz) - ¿Por... qué...? Tengo que... dártelo... yo... ¿A qué... viene esto...? 

Los pelos se me pusieron como escarpias y solo se me ocurrió gritar: - ¡¡¡ABUELAAAAAA!!!

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