sábado, 12 de noviembre de 2022

Un nuevo negocio.

- ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaaaaaaaa! Hoy no tendrás que abrir ninguna lata de fabada, nena ¡Invito yo! - Pensé que había escuchado mal pero no, la Cotilla puso un envoltorio sobre la mesa del comedor . - ¡Toma, un pulpo! - ¿Ha ido de pesca? - No. Estaba en la calle. - ¡Ostras, que peligro que un bicho así ande suelto! - Que es un pulpo, boba de Coria. - Ya. Por eso lo digo ¡Estos bichos tiene tentáculos!

De repente el paquete se movió. - ¡Está vivo! - Claro. - No tan claro... Yo no pienso darle matarile, Cotilla. - Pero si es muy fácil... - Hale, pues póngase usted a la tarea. - Vivímos en una época en que hay que compartir los trabajos: yo lo he traído, tú lo cocinas. - Por mi, está amnistiado y puede irse con sus ocho patas con la música a otra parte (dije, dejando clara mi posición) Soy contraria a la pena de muerte. - Pues vivo no se dejará comer.

- ¿Y dónde dice que lo encontró? (pregunté, por curiosidad) - En la acera... Andaba solo por ahí, a sus anchas el tío. - El paquete cobró vida y en un descuido se fue al suelo.

De un salto me subí a la lámpara donde me encontré con mi primer abuelito. ¿Sabes matar pulpos? - No me acuerdo. Solo he venido a enseñarte mi nuevo sudario... ¿Me prestas al pulpo como adorno?

Llamaron a la puerta. - ¡No abras! (gritó la Cotilla mientras se encerraba con llave en el antiguo cuarto de la abuela) - Abrí a un montón de chinos que ocupaban todo el descansillo. Como una flecha pasó el pulpo por mi lado cayendo, emocionado, en brazos de sus ¿salvadores? y yéndose con ellos.

Mientras comíamos la fabada de bote, la Cotilla comentó que el Señor Li había abierto un nuevo negocio: Un restaurante chino. - Así que el pulpo andaba por ahí, a sus anchas ¿Verdad, Cotilla?...

 

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