sábado, 17 de diciembre de 2022

¡Gracias, Faro de Alejandría!

 Al ir a poner el pie en el rolls royce se me iluminó la parte del cerebro  que atañe a la memoria como si fuera el famoso Faro de Alejandría. - ¡Alto! - (grité) y la escena quedó en suspenso, como en las películas.

De pronto tres pares de ojos se clavaron en mi. - "¿Qué pasa ahora?" - Piensa, abuela, piensa en lo que te traes entre manos... o entre el bolso. - "¿Crees que tengo, ahora mismo, la cabeza para traducir jeroglíficos, boba de Coria?" - Intenté ayudarla...

- ¿Qué cosa es única en el mundo entero? - "¿Tengo que adivinarlo AHORA?" - ¡SÍ! - "Lo que me preocupa ahora no puede esperar ¡Vamonos!" - ¡NO! - "¡Arranca, Geoooorge!"... - El rolls royce se fue apartando de la acera dando saltos y los vecinos, admirados, aplaudieron a rabiar.

En esas estábamos cuando la abuela se fijó en la parte iluminada de mi cerebro y al parecer se cayó de un guindo porque, azorada, dio contraorden al mayordomo que volvió a aparcar el coche en la parada del bus.

Mareada del traqueteo, la Cotilla prefirió irse de trapicheos dejándonos el camino expedito para poder hablar con tranquilidad. Por fin la abuela aceptó que el ginecólogo no viera a Pascualita aunque no pude convencerla de que no estaba embarazada; aún así me estuvo dando remedios para un empacho que, dije, tenía yo. 

Sentadas en la salita  mientras disfrutábamos de un fresquito chinchón on the rock, llamaron a la puerta ... ¡Era el médico! Explicó que no podía quedarse en su despacho sin antes a ver visto un embarazo en una mujer que ronda los cien años. - Es que si es verdad, es para mear y no echar gota.

Media hora después llegó la ambulancia para llevárselo al Hospital y tratarlo de un coma etílico de lo más aparente... - "Que poco aguantan algunos" (dijo)

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