- No hubo manera de convencer a la abuela de que Pascualita no estaba embarazada. - "¡Envidiosa! Si sabré yo lo que es una barriga de embarazada y una barriga de empacho ¡Son distintas!" - Pero no ves que la pobre no deja de quejarse. - "No te voy a perdonar nunca el no haberme avisado antes para disfrutar del embarazo de mi sirenita de los siete mares" - Pero si no...
Llamó por teléfono - Cuando pregunté a quién dijo: - "A mi ginecólogo. ¿No ves que está de parto? - ¿El ginecólogo? - "¡Es un hombre!" - Pues si él no está embarazado, no lo está nadie, abuela.
- ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaaaaa! - ¡La Cotilla! esconde a Pascualita. (susurré preocupada por si la vecina descubría la única sirena del mundo). La abuela la metió, suavemente en su bolso.
El ginecólogo se puso al aparato. Se estuvieron saludado y cuándo el hombre preguntó que clase de molestia tenía, la abuela dijo, escuetamente, (por la presencia de la Cotilla) - "Embarazo" - El médico quiso saber de quién. - "Yo" - Solo de imaginarme la cara que pondría el pobre me dio la risa floja. - Jijijiijjijijiji
La Cotilla señaló a la abuela abriendo mucho los ojos; dije que sí con la cabeza y le contagié la risa. - Jijijijijijijijiji
Por teléfono continuaba el diálogo de besugos. En un momento dado él debió preguntarle la edad a la abuela porque lo puso de vuelta y media. - "¡Y en desagravio no te pagaré el parto!" - La Cotilla, con las lágrimas corriendo por su arrugada cara, me susurró: Ah, pero ¿hay parto? ¡JAJAJAJAJAJAJAJAJA!
Y salimos corriendo en pos de la abuela, hacia el rolls royce que ya nos esperaba con el motor en marcha.
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